domingo, 25 de noviembre de 2007

Se Acercan las Fiestas y las Persuasiones Motivacionales.


Tal cual muchas veces nos ha ocurrido, a nuestra señora le dio por recordar casi al filo del mediodía que necesitaba dos jabones para la limpieza culinaria.Luego del rezongo de honor, volando más que caminando, marché al supermercado, selva de tentaciones en el autoservicio de las compras.
Al pasar por la caja, el cartelito con letras rojo vergüenza, impersonalmente , anunciaba a la clientela:
Advertencia:Habiendo hasta el presente solucionado robos de mercaderías sin dar intervención a la Policía, notificamos que en lo sucesivo se hará la denuncia correspondiente. La Dirección.
¡Pajarito!Se le acabó la paciencia a don Edmundo.
Hurtos, errores y cleptomanías, habían comenzado a perjudicar más allá del razonable control de riesgo previsible al punto tal que dejarían de futuro ser amistosos y negociados los arreglos secretamente interiores entre el dueño damnificado y el caco infractor.
Por curiosidad periodística indagamos a un informante de jerarquía de la empresa afectada.
-¿Quiénes hurtan más según sexo?
- Todos por igual con ligera tendencia femenina que se acentúa si son señoras maduras. Pero el aumento es relativo, desde que los hombres concurren menos.
-¿Qué se prefiere para robar?
- No son selectivos. Lo que esté a mano. En tanto los niños, solo golosinas y algún librito de Alí Babá.
Las técnicas de ocultación no son muy sutiles. Basta llevar un monedero para utilizarlo como bolso; entre las vestimentas; o la mercadería puesta entre el cuerpo y los brazos recostados.
-¿Cómo reacciona el que cae in fraganti?
-Huyy….muy variadas son las reacciones. Algunos se quedan mudos, tiesos. Otros se ríen, como que hubiesen hecho una inocente travesura. Los más caraduras siguen viniendo y otros desaparecen del mapa.
El fenómeno del supermercado es una ya añosa invención norteamericana que se universalizó en tiempos de globalización llegando a nuestras playas con el consiguiente rezago, aunque desde hace décadas están impuestos e integrados al costumbrismo urbano.
En ellos se ofrece de la forma más elocuente y gráfica posible, la perfecta enciclopedia para atraer a los consumidores mediante el empleo de sagaces técnicas estudiadas por los expertos de la investigación motivacional en materia de conducta humana.
El conocido Vance Packard en su clásico “Las formas ocultas de la propaganda” dedica un capítulo a los supermarket”, templos de la persuasión.Tras una encuesta concluyó que “el comprador actual se guía por la filosofía adquisitiva según esta disposición: -"Si algún producto despierta en mi la atención y por alguna razón me parece especialmente bueno, ¡yo lo quiero!”
El deseo del “yo lo quiero”, no difiere en términos de analogía con nuestro país, provocando un quiebre ético o funcional en las actitudes de muchos vecinos que se han visto sometidos al imán de los tan cercanos, como aparentemente desprotegidos escaparates, pasando de un tris a la apropiación indebida, dolosa y punible.
Estos días son de suba de la temperatura “motivacional” porque las “manzanas” están más lustrosas mediante la sonrisa buena del gordo Santa Claus, Papá Noel, y los artificios lumínicos enredados entre pinos de plástico y celofán mientras a la distancia se aprecia el andar cansino y firme de tres camellos montados.
-Los investigadores de la firma Du Pont- sigue Packard- descubrieron que la compradora no se molesta en hacer una lista de lo que necesita pero, sobre todo las amas de casa, terminan con el carrito desbordado y esta exclamación:”Por cierto, ¡nunca me imaginé que compraría tanto!”.
Siete de cada diez compras se deciden dentro del negocio, los clientes actuando según sus impulsos primarios, sobre todo en estamentos solventes.
Otro estudio reveló que cuando hay dependientes que atienden a los clientes, las pulsiones se reducen a la mitad. Frente a un empleado se piensa de antemano si se adquiere o no el artículo.
El temor al castigo por una eventual acción furtiva, es derrotado por un antojo superior.
El investigador James Vicary instaló sus cámaras de grabación y siguió a las damas a medida que entraban en las grandes cadenas. Los resultados dejaron perplejidades. El parpadeo en los ojos de las compradoras, en lugar de indicar una tensión creciente, bajaba más y más hasta llegar a un promedio anormal de catorce veces por minuto, contaba Packard. Las señoras habían caído en lo que J. Vicary llamó “un trance hipnagógico, primera etapa de la hipnosis”.
Es que allí estaban los atractores, gritándoles ¡Cómprame!¡Cómprame! que estoy al alcance de tu ágil mano ¿Y es delito ceder a la necesidad cuando se está siendo hiper estimulado?....sin pretender entrar en una infantil apología del delito desde que las señoras actúan en trance, volviendo recién a la realidad cuando pasan por una Caja, o sienten el ruido de una registradora, dándose cuenta que han pasado inadvertidamente de la raya, los límites del volumen del “surtido” planificado en el hogar antes de salir de compras.
No sabremos si la policía entenderá las súplicas de una “mechera” contingente, intentando una justificación de este tenor:
-¡Yo no tengo la culpa señor agente. Fui motivada por los estudios y las prácticas de los psicólogos yanquis!

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