Mercedes, tierra de alas para ganar el cielo.
Ha sido la urbe de Mercedes en la República Oriental del Uruguay la cuna propiciatoria de héroes de la aviación. Buscando alturas encontraron el sino de la gloria y de la tragedia a un mismo instante.
Desde niños sintieron el llamado de Eolo y no cuenta - tampoco les habría importado- que Melpómene, siniestra, semi escondida detrás del fuselaje acariciara para ellos ensueños funerarios.
Ricardo Detomasi , Luis Tuya y Luis Gil Méndez, son sus queridos nombres.
*Ricardo cayó el 20 de junio de 1915 en San José haciendo malabarismos, siendo pionero y primer mártir de la aviación civil en el Uruguay.
*Luis Tuya fue abatido en España por un as francés al servicio de Franco, defendiendo Madrid y la causa de la República. Al recuperarse su cuerpo, estaba cribado el pecho por una ráfaga de ocho plomos. Existen dos versiones, la que describimos y la complementaria que agrega que ya, previo a la caída fatal, fue el primer kamikaze cuando dirigió su nave contra un bombardero. Había combatido en América durante la Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay de 1932 al 35. -¿Por qué viene a luchar ?, preguntaron los paraguayos: –“Para pagar la deuda que tenemos los uruguayos con Uds desde 1870 ,culpa de la Guerra de la Triple Alianza”, respondió el mercedario. Requerimiento similar en su contenido le efectuaron los españoles rojos al muchacho oriental, sospechosos de su honoraria disposición en tiempos de mercenarios: - “Me anoto en la causa de la Libertad”, expresó. Ese año de 1936 derribaron a Luis Tuya para siempre.
*Luis Gil Méndez combatió durante la Segunda Guerra Mundial bajo la bandera de la Francia Libre del Gral. de Gaulle en los frentes aéreos del Africa Ecuatorial con el Gral. Leclerc ;después pasó a Italia y, finalmente, fue de los primeros en ingresar y bombardear territorio alemán en 1945, pronto a ser liberado del terror nazi.Ya en el Uruguay ,al que regresó con heridas de guerra, hubo años después en 1956 una recepción en la Embajada francesa de Montevideo con la presencia de cadetes galos en viaje de instrucción. Cuando ingresó a la colmada Sala el Capitán Aviador desde Mercedes, el Gral. Bigot, su comandante en Europa, ordenó a los futuros oficiales doble fila y sable en alto para que pasara en homenaje castrense el ex compañero de armas. Luego, un largo abrazo entre ambos que sorprendió, por lo efusivo ,al propio Gral. aviador invitado Oscar Gestido, futuro Presidente del Uruguay en 1967 considerando la diferencia de grados. El visitante sacó las dudas de nuestro militar activo: -"Quand les allemands et italiens nous jetaient, ils ne demandaient pas qui était le Commandant de l'escadron ni de qui le sergent". ( -"Cuando los alemanes e italianos nos disparaban no preguntaban quién era el Comandante de la escuadrilla ni quién el sargento”). Todo dicho.
-Ricardo Detomasi-
Cada uno de los tres tiene una historia más vasta. Comencemos en esta oportunidad por Ricardo Detomasi Martegani al que evocamos cuando pasamos por San José, zona de la estación vieja, Avda. Larriera y M.Rodríguez . Uno se sensibiliza ante el simbolismo de un obelisco donde está posada una escultórica águila caída de gran nobleza artística, con un ala quebrada. El notable monumento fue obra del josefino Dardo Salgueiro Della Hanty cuando a sus 32 años lo inauguró un 23 de setiembre de 1934. Está en el mismo sitio desde donde partió el Exodo del Pueblo Oriental el 23 de octubre de 1812, cantando en su momento por el penoso derrotero hacia el Ayuí el cielito de Bartolomé Hidalgo “…al Salto volad…” Y vaya con la casualidad que Ricardo en su vida joven puso audacia e intuición vocacional al servicio de una actividad tan novicia e incierta , casi desconocida por aquellos años, de tanta posterior importancia civilizatoria ”…al Salto volad!!”…claro….
El Centro Histórico y Geográfico de Soriano es el depositario de importante documentación del piloto-papeles,objetos, fotografías,etc- cedidas en donación por el anterior curador, el Instituto Uruguayo de la Historia de la Aviación, que en gesto que lo honró, entendió criterioso que los elementos espirituales que fecundan conductas de vidas virtuosas, deben estar en el sitio de la nacencia de estos progenitores de hazañas ilustres desde que, en ese espacio primigenio de sus existencias, gestaron sus pulsiones memorables.
Tenía tan solo 24 años Detomasi cuando la tragedia de San José, quizás la misma del audaz Ícaro mitológico. Es que si joven era la aviación en el mundo de entonces, jóvenes debían de ser sus más temerarios prosélitos .Más juveniles aún en la dimensión de los riesgos de recortar con precocidad la vida, valor que agradecen los sanguíneos altares de los martirologios.
En aquel nefasto 1915 a nivel de grises nubes josefinas, el mercedario hacía prodigios de acrobacias con un aparato de muy limitadas cualidades de sustentación y maniobra, entre las cuales se incluía el looping, superable más por la habilidad del piloto que por las propiedades aerodinámicas de la máquina. Conocimientos y destrezas, garra y coraje, determinaban un cristalino equilibrio eventual. Hasta que se produjo el quiebre.
Ricardo fue un Ícaro de nuestros tiempos. Ambos son reales y eternos. El griego existió en la fantasía de los mitos antiguos los que, sin embargo, esconden en la superficialidad imaginativa del disfraz externo, la más auténtica realidad interior, esencial, medular, de las búsquedas, de las ansias, de los proyectos, de todos, los hombres que fueron, son y serán, comprometidos a demostrar que cuando el Creador tomó barro, debió insuflarle a su figura un soplo divino para que fuese un producto final hecho a su imagen y a su semejanza. Ricardo Detomasi había recibido esa inquietud en un grado mayor al común en procura de la aproximación a Dios. A los misterios que deben impulsar la Vida para justificar la ineludibilidad de la Muerte. Para el bravo, fue la Eternidad.
Icaro trepó con alas de cera rumbo al sol que en el mensaje del mito es la luz reveladora de las verdades inquietantes.
Pero encontrar al verdad es ¡cúantas veces! carga de dolor y de angustias. El dolor, dicen , redime y es el precio hacia nuevas aproximaciones que en su hallazgo justifican la inmanencia y la transitoriedad de lo terrenal, como la trascendencia del fin.
Es cierto. Nunca llegaremos al Sol, y las alas serán derretidas. Como las de Icaro, caído al mar por su humano atrevimiento. Ricaredo Detomasi cayó en San José. Pertenecía a la raza de los hnos. Wrigth, Montgolfier, Santos Dumont, Antoine de Saint Exùpery, Tydeo Larre Borges, Boisso Lanza, Charles Lindbergh,Yuri Gagarín,Tatiana, Armostrong, Aldrin, Scoot, la pobrecita adolescente y paracaidista Rossana Hatchondo y tantos más.
Cuando el fatídico 20 de junio de 1915 - Ricardo falleció tras breve agonía- ante el horroroso testimonio de miles de ojos que vieron el descenso mortal, la noticia corrió veloz por el país.
Un impresionante cortejo trajo por tren hasta Mercedes el cuerpo. El cortejo hacia la tumba fue la manifestación más multitudinaria y penosa que registren los anales de la ciudad.
El mito Detomasi está intacto sin mayores erosiones de Cronos. Es que su recuerdo se ha transfigurado con contornos de una leyenda que tuvo la validez de fungir en hechos fehacientes su transcurrir real y heroico. Existen mitos que se derrumban por la acidez y la depuración histórica, encargada de borrar lustres contenidos a una mano sola, a veces incursos de clandestinidad. Detomasi laudó con su vida y con su muerte, la autenticidad de una trayectoria exigua y próspera. Vive. Es un mito real.
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