Alma Remera en Abril del 59.
El Club de Remeros Mercedes fue fundado en 1925 en el Café Sportman,ubicado en la calle Giménez casi Colón,frente a Plaza Independencia, sub suelo de dónde hoy está emplazada una Casa de Cambio. Su primer Presidente fue el Sr.Isidro Más de Ayala.
Ambientes muy principales del Club llevan el nombre de próceres de la entidad: El Gimnasio:"Agr.Mario Bellini"; la Sala de Bailes: Sr.Pedro Viñuela, homenajeado en vida; la piscina cerrada: Sr Edmundo Ferrúa y la Sala de Botes: Sr.Isidoro Alonso.
Ambientes muy principales del Club llevan el nombre de próceres de la entidad: El Gimnasio:"Agr.Mario Bellini"; la Sala de Bailes: Sr.Pedro Viñuela, homenajeado en vida; la piscina cerrada: Sr Edmundo Ferrúa y la Sala de Botes: Sr.Isidoro Alonso.
El Club de Remeros Mercedes nació en 1925 por el remo, un deporte que exige de quien lo practica una serie de virtualidades que van desde la accidental fuerza física que la Naturaleza nos haya provisto, al temple anímico que nos permita superar las flaquezas del cuerpo para extraer energías de la nada al momento de tener que contener la furiosa arremetida del rival. O al desatar el esfuerzo supremo y postrero que quiebra sobre la meta la proa adversaria.
El remo –sin ningún tipo de eufemismos –es para hombres. No da para respiros reglamentarios o de los otros; siempre hay que luchar con empecinamientos para fecundar a Victoria que piropea con el más guapo.
Es sordo al clamoreo estimulante de una iracunda hinchada que inyecta al débil el coraje que le falta. En un casco que tajea la corriente solo vale apretar los dientes, manejar los nervios, seguir el ritmo musculoso del strocke y acatar la compulsiva y psicológica admonición vibradora del timonel.
Hay que ser muy hombre para aguantar las fatigas de los rutinarios entrenamientos tratando de vencerse a sí mismo, a las impaciencias de la facilidad y a lo que es más penoso:la desazón de una derrota tras meses y meses de sudores gordos…¡Hay que ser muy duro para ser remero!
Esas virtudes que se exigen al palista, fueron, por un natural proceso de transferencia, las que pasarán a constituir la esencia mítica que ha palpitado en toda la historia del Club de Remeros Mercedes.
Si la entidad proclama su grandeza -con orgullo que abdica de falsas modestias- es porque ha tenido alma de remero.
Desde su génesis una pléyade de lucidos deportistas han inscripto el nombre del club con las alabanzas del laurel. Cuando la derrota mordió con diente feroz la pesadumbre del silencio, se incubó de inmediato el sabor la pretensión y el compromiso de la revancha digna.
El remo –sin ningún tipo de eufemismos –es para hombres. No da para respiros reglamentarios o de los otros; siempre hay que luchar con empecinamientos para fecundar a Victoria que piropea con el más guapo.
Es sordo al clamoreo estimulante de una iracunda hinchada que inyecta al débil el coraje que le falta. En un casco que tajea la corriente solo vale apretar los dientes, manejar los nervios, seguir el ritmo musculoso del strocke y acatar la compulsiva y psicológica admonición vibradora del timonel.
Hay que ser muy hombre para aguantar las fatigas de los rutinarios entrenamientos tratando de vencerse a sí mismo, a las impaciencias de la facilidad y a lo que es más penoso:la desazón de una derrota tras meses y meses de sudores gordos…¡Hay que ser muy duro para ser remero!
Esas virtudes que se exigen al palista, fueron, por un natural proceso de transferencia, las que pasarán a constituir la esencia mítica que ha palpitado en toda la historia del Club de Remeros Mercedes.
Si la entidad proclama su grandeza -con orgullo que abdica de falsas modestias- es porque ha tenido alma de remero.
Desde su génesis una pléyade de lucidos deportistas han inscripto el nombre del club con las alabanzas del laurel. Cuando la derrota mordió con diente feroz la pesadumbre del silencio, se incubó de inmediato el sabor la pretensión y el compromiso de la revancha digna.
Las Inundaciones de Abril del 59
Abril del 59 será y es una fecha tristemente en la historia del país, del departamento, de la ciudad de Mercedes y de su Club de Remeros.
Devastadoras inundaciones precipitaron las fuerzas destructivas de la naturaleza trayendo su trágica secuela de pérdidas y sufrimientos.
Frente al desborde la inevitable, que se alzaba en demoledor reto acuoso, surgió la altiva respuesta de la tenacidad humana y el particular sentido de pertenencia a un cariño común.
Horas de dolor y de incertidumbres aquellas que sirvieron, no obstante, para agitar el espíritu de fraternidad oriental ante las inclemencias. Angustias imborrables para los mercedarios, intensamente también vividas por los deportistas del Club que en días y noches, con sol o tempestades, navegaron las traicioneras aguas en frágiles embarcaciones luchando por todo lo que quedaba por defender.
Si parecía que el río amado, en un rapto de locura, quería devorara a sus hijos reviviendo el viejo mito del filicida Cronos.
El drama se palpitaba en Mercedes, pero la tragedia conspiraba río arriba con las dudas sobre la resistencia amurallada de la represa del Rincón del Bonete, hoy “Gabriel Terra”, acosada y casi rebasada en su cima hormigonera.
Aquello sirvió para comprender que ciertas instituciones son algo más quela simple suma de su patrimonio material y de las individualidades que conforman su masa de adherentes, socios y simpatizantes. Son una conciencia colectiva perdurable en el tiempo, pese al tiempo, capaz de los gestos más formidables, aun rayanos en la heroicidad.
¿Cómo explicar si no el duro combate del gimnasio, cuando padres de familia, hermanos, hijos, novios, y mercedarios no afiliados a la entidad, desafiaron en la desolación de lo imprevisible, y a riesgo potencial de sus vidas, la presión física y estresante de las aguas victoriosas?La consigna era salvar el preciado piso del Gimnasio “Agr.Mario Bellini”. Se emplearon bombas de succión, muros con hormigón hecho a mano, contrapesos, apuntalamientos y tantas estrategias contenedoras haciendo lugar a una ingeniería de emergencia. El nivel de las aguas estaba más arriba que el parquet y del entrepiso del gimnasio, ejerciendo unidades potencia para derruirlos e igualarse con la periferia inundada en la aplicación de la ley natural de los líquidos comunicantes. No solo las previsiones tomadas salvaron al Remeros Mercedes de que implotara. Fue salvado por el temple corajudo de aquel puñado de hombres que creyeron en sí, en su institución y fundamentalmente lo que ella representaba para el universo colectivo de la ciudad que lo acunaba al borde del enajenado efluvio.
Abril del 59 será y es una fecha tristemente en la historia del país, del departamento, de la ciudad de Mercedes y de su Club de Remeros.
Devastadoras inundaciones precipitaron las fuerzas destructivas de la naturaleza trayendo su trágica secuela de pérdidas y sufrimientos.
Frente al desborde la inevitable, que se alzaba en demoledor reto acuoso, surgió la altiva respuesta de la tenacidad humana y el particular sentido de pertenencia a un cariño común.
Horas de dolor y de incertidumbres aquellas que sirvieron, no obstante, para agitar el espíritu de fraternidad oriental ante las inclemencias. Angustias imborrables para los mercedarios, intensamente también vividas por los deportistas del Club que en días y noches, con sol o tempestades, navegaron las traicioneras aguas en frágiles embarcaciones luchando por todo lo que quedaba por defender.
Si parecía que el río amado, en un rapto de locura, quería devorara a sus hijos reviviendo el viejo mito del filicida Cronos.
El drama se palpitaba en Mercedes, pero la tragedia conspiraba río arriba con las dudas sobre la resistencia amurallada de la represa del Rincón del Bonete, hoy “Gabriel Terra”, acosada y casi rebasada en su cima hormigonera.
Aquello sirvió para comprender que ciertas instituciones son algo más quela simple suma de su patrimonio material y de las individualidades que conforman su masa de adherentes, socios y simpatizantes. Son una conciencia colectiva perdurable en el tiempo, pese al tiempo, capaz de los gestos más formidables, aun rayanos en la heroicidad.
¿Cómo explicar si no el duro combate del gimnasio, cuando padres de familia, hermanos, hijos, novios, y mercedarios no afiliados a la entidad, desafiaron en la desolación de lo imprevisible, y a riesgo potencial de sus vidas, la presión física y estresante de las aguas victoriosas?La consigna era salvar el preciado piso del Gimnasio “Agr.Mario Bellini”. Se emplearon bombas de succión, muros con hormigón hecho a mano, contrapesos, apuntalamientos y tantas estrategias contenedoras haciendo lugar a una ingeniería de emergencia. El nivel de las aguas estaba más arriba que el parquet y del entrepiso del gimnasio, ejerciendo unidades potencia para derruirlos e igualarse con la periferia inundada en la aplicación de la ley natural de los líquidos comunicantes. No solo las previsiones tomadas salvaron al Remeros Mercedes de que implotara. Fue salvado por el temple corajudo de aquel puñado de hombres que creyeron en sí, en su institución y fundamentalmente lo que ella representaba para el universo colectivo de la ciudad que lo acunaba al borde del enajenado efluvio.
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