Otra Vez la Hora del Nacionalismo.
Me he acostumbrado con mayor o menor éxito -porque así me educaron- a tratar de evitar en la armonía y el equilibrio del pensamiento, la exacerbación de la conducta. No viajar exclusivamente a los saltos –sin pasar por el mediocampo- entre los polos físicos e ideológicos de la línea zigzagueante de la existencia vital. Tanto los movimientos y actos del pensamiento como de la conducta se advierten y aprisionan mediante la imagenología del lenguaje, el gran instrumento que poseemos para entendernos. O no entendernos, vengamos en el formato que sea, de Homo, erectus, habilis, sapiens politicus o ludus, etc.
Mediante palabras u oraciones, sintetizamos opciones de vida política:”Soy blanco, nacionalista”, sea mi caso personal. De acuerdo a ellas sé lo que soy y qué no, evitando quebrar la lógica del Principio de Identidad. Si soy blanco, no soy del Frente ni colorado. Por añadidura, me resultan incomprensibles los gastados lemas de la etimología de la Revolución Francesa en la que, según donde pusiera la gente su traste en las gradas de la Asamblea General Legislativa de 1791, se la etiquetaba de “derecha” o de “izquierda”sin perjuicios de considerar que los cantores, desde siempre, se han juntado por la tonada. Si se diese un juego de albercas, todos se ponen a bracear el estilo pecho, el mariposa y sobre todo la mayoría, el espalda, nadando hacia atrás con la ciega nuca como proa. Sin saber dónde llegarás hasta que estás llegando. No por dejar de aceptar conceptualmente esas viejas piezas del museo lingüístico, tan arcaicas y obsoletas para la realidad contemporánea y las dinámicas vivencias ideológicas de hoy, ciertos costumbrismos en el habla procuran darle credibilidad y reinserción taxonómica , pero la realidad las hibernan en un férreo vivero que desagota contenidos “verso a verso” junto a los oníricos ronquidos de viejos osos.
De tal forma el idioma, antes que comunicar, incomunica. Que alguien salga de la troya con el megáfono puesto y me diga que fulano es “izquierdista" o que es “derechista” de pura cepa, o puro por cruza en su pedigrí de afiliado, me desternilla de risa. Y replicaré, rotundo:¡No!...nadie lo puede ser pues lesionará en su autoproclamación, la complejidad de la vida actual que maneja otros instrumentos que ya no pasan por la histórica necrosis del diccionario de la Revolución Francesa de 1789, ese drama que en nombre de la Libertad tricolor, creó las mazmorras de Robespierre, Marat, San Just, Dantón,Camilo Desmoulins etc, etc.; en el de la Igualdad fundó el imperio unipersonal, familiar y absolutista de Napoleón; en el de la fraternidad hermanó en la ex plaza de la Bastilla a los decapitados de la guillotina, fuesen diestros, siniestros o ambidextros.
Cuando Dios creó el Universo, tratando de ordenar un caos donde predominaban las tinieblas, manifestó que “en el Principio era el Verbo”. Lo sigue siendo. Si no se sabe conjugar, tartamudeamos y quedamos en disléxica oscuridad. El Partido Nacional, que es el mío, comulga, junto a su nacionalismo flexible y muy refractario al que envileció al soldado Chauvin, con directrices de liberalismo, explicativas de las Revoluciones de Saravia, la gesta de Leandro, la altivez de Herrera, las valentías wilsonistas, ausencia de dictadores blancos y otras secuencias de análoga matriz.
Por eso no nos gusta que haya que pedir permiso al Directorio para opinar. Ha ocurrido que el Honorable está más cómodo si funciona a veces el confesionario de la Plaza Matriz, pero en el padrón inmobiliario que está en frente a la Catedral, no en el templo católico. Quizás descuidadas simetrías a corregir con las prepotencias del presidente Vázquez cuando pretendió obligar a los periodistas al escribir u orar noticias y comentarios, identificarse con el salvoconducto de autodenunciarse como“opositores”o no a su Gobierno.
Mediante palabras u oraciones, sintetizamos opciones de vida política:”Soy blanco, nacionalista”, sea mi caso personal. De acuerdo a ellas sé lo que soy y qué no, evitando quebrar la lógica del Principio de Identidad. Si soy blanco, no soy del Frente ni colorado. Por añadidura, me resultan incomprensibles los gastados lemas de la etimología de la Revolución Francesa en la que, según donde pusiera la gente su traste en las gradas de la Asamblea General Legislativa de 1791, se la etiquetaba de “derecha” o de “izquierda”sin perjuicios de considerar que los cantores, desde siempre, se han juntado por la tonada. Si se diese un juego de albercas, todos se ponen a bracear el estilo pecho, el mariposa y sobre todo la mayoría, el espalda, nadando hacia atrás con la ciega nuca como proa. Sin saber dónde llegarás hasta que estás llegando. No por dejar de aceptar conceptualmente esas viejas piezas del museo lingüístico, tan arcaicas y obsoletas para la realidad contemporánea y las dinámicas vivencias ideológicas de hoy, ciertos costumbrismos en el habla procuran darle credibilidad y reinserción taxonómica , pero la realidad las hibernan en un férreo vivero que desagota contenidos “verso a verso” junto a los oníricos ronquidos de viejos osos.
De tal forma el idioma, antes que comunicar, incomunica. Que alguien salga de la troya con el megáfono puesto y me diga que fulano es “izquierdista" o que es “derechista” de pura cepa, o puro por cruza en su pedigrí de afiliado, me desternilla de risa. Y replicaré, rotundo:¡No!...nadie lo puede ser pues lesionará en su autoproclamación, la complejidad de la vida actual que maneja otros instrumentos que ya no pasan por la histórica necrosis del diccionario de la Revolución Francesa de 1789, ese drama que en nombre de la Libertad tricolor, creó las mazmorras de Robespierre, Marat, San Just, Dantón,Camilo Desmoulins etc, etc.; en el de la Igualdad fundó el imperio unipersonal, familiar y absolutista de Napoleón; en el de la fraternidad hermanó en la ex plaza de la Bastilla a los decapitados de la guillotina, fuesen diestros, siniestros o ambidextros.
Cuando Dios creó el Universo, tratando de ordenar un caos donde predominaban las tinieblas, manifestó que “en el Principio era el Verbo”. Lo sigue siendo. Si no se sabe conjugar, tartamudeamos y quedamos en disléxica oscuridad. El Partido Nacional, que es el mío, comulga, junto a su nacionalismo flexible y muy refractario al que envileció al soldado Chauvin, con directrices de liberalismo, explicativas de las Revoluciones de Saravia, la gesta de Leandro, la altivez de Herrera, las valentías wilsonistas, ausencia de dictadores blancos y otras secuencias de análoga matriz.
Por eso no nos gusta que haya que pedir permiso al Directorio para opinar. Ha ocurrido que el Honorable está más cómodo si funciona a veces el confesionario de la Plaza Matriz, pero en el padrón inmobiliario que está en frente a la Catedral, no en el templo católico. Quizás descuidadas simetrías a corregir con las prepotencias del presidente Vázquez cuando pretendió obligar a los periodistas al escribir u orar noticias y comentarios, identificarse con el salvoconducto de autodenunciarse como“opositores”o no a su Gobierno.
Triste…porque hoy besa al imperial EE.UU , paga la deuda externa por adelantado-que cuando fue oposición denostó con cansinas repitencias- gestionando más créditos y vendiendo bonos que pagarán nietos y bisnietos aún no natos.
El Directorio no debe tomarse tan a pecho el ideal corporativo que está graficado en los blasones del Partido so riesgo de equivocarse. Es que las varas y el hacha entrelazados son símbolos fascistas y por ende totalizantes, portantes de la áspera amenaza que la masa de ovejitas predomine sobre la libertad individual, esa que hace a las sociedades grandes y mejores.
Debería recordarse que los “fachos” (las varas y las hachas), eso sí, fueron puestos en el escudo sólo como símbolo del poder de castigar y disciplinar exclusivamente a los que quiebran o mutilan los derechos a la Libertad. No usar jamás los “fachos” cuando se ejercitan derechos, pensando, expresándose y ejecutando con libertad. Otra interpretación es una grosera tergiversación que ha traído a la humanidad primero, y luego a los partidos políticos, funestos males.
Hoy el Uruguay está paralizado desde el gobierno mayor por sus divisiones internas, gastadas prematuramente las energías prometidas en bienestar por engañosas ofertas preelectorales que cautivaron a inocentes multitudes tránsfugas. Se contemplan grupos disidentes y rotativos de su quejosa interna con ilusas aspirantías de soluciones mágicas que ni Harry Potter se atrevería a enunciar.
Vuelve a ser la hora del Partido de la Nación que insuflará ideas y perspectivas como usina generatriz y así retomar la perdida senda, incluso colaborando con los desquicios de la coalición en el poder para evitar que su caída arrastre en demasía al país. Sea.
El Directorio no debe tomarse tan a pecho el ideal corporativo que está graficado en los blasones del Partido so riesgo de equivocarse. Es que las varas y el hacha entrelazados son símbolos fascistas y por ende totalizantes, portantes de la áspera amenaza que la masa de ovejitas predomine sobre la libertad individual, esa que hace a las sociedades grandes y mejores.
Debería recordarse que los “fachos” (las varas y las hachas), eso sí, fueron puestos en el escudo sólo como símbolo del poder de castigar y disciplinar exclusivamente a los que quiebran o mutilan los derechos a la Libertad. No usar jamás los “fachos” cuando se ejercitan derechos, pensando, expresándose y ejecutando con libertad. Otra interpretación es una grosera tergiversación que ha traído a la humanidad primero, y luego a los partidos políticos, funestos males.
Hoy el Uruguay está paralizado desde el gobierno mayor por sus divisiones internas, gastadas prematuramente las energías prometidas en bienestar por engañosas ofertas preelectorales que cautivaron a inocentes multitudes tránsfugas. Se contemplan grupos disidentes y rotativos de su quejosa interna con ilusas aspirantías de soluciones mágicas que ni Harry Potter se atrevería a enunciar.
Vuelve a ser la hora del Partido de la Nación que insuflará ideas y perspectivas como usina generatriz y así retomar la perdida senda, incluso colaborando con los desquicios de la coalición en el poder para evitar que su caída arrastre en demasía al país. Sea.
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