Noviazgos y Matrimonios (1)
Venus grávida de Willendorf, exhumada en Austria(1908).
Sé que la Iglesia romana da ciclos de charlas prematrimoniales, requisito preestablecido por la autoridad clerical para conceder el sacramento del altar a sus correligionarios. Los conversatorios colectivos con las parejas de novios son orientados por personal eclesiástico y laicos, informándose sobre las responsabilidades de quienes estén dispuestos a dar por acto de amor y voluntad libremente consentida trascendente opción de vida futura. Todo enrabado con los valores conocidos del cristianismo “hasta que la muerte nos separe”.
El matrimonio mantiene carácter fuerte de institución social, religiosa, educativa y económica, fundamentada en el derecho a la relación sexual, la continuidad de la vida y de los bienes, como al fomento del compañerismo de dos seres identificados germinalmente por un sentimiento amoroso. Pese a los también muy contemporáneos acosos que experimenta con sus añadiduras de divorcios y separaciones, atribuibles a múltiples causas en una sociedad que se agita en altos procesos de cambios holísticos.
Es tema de la antropología cultural determinar si las grandes facetas que hoy lo distinguen son, total o parcialmente, las mismas de los tiempos idos. O aún pensando que así fuese, en qué medida han mantenido una constancia análoga en su naturaleza y cúales han sido las variantes y transformaciones que oculta la identidad original en el camuflaje de la sensible evolución.
Los estudiosos –que suman cientos- exponen ideas contradictorias por vía de las teorías, en casos complementarias sobre tal modelo, encontrándose en el intento de universalizar enfoques, las variables propias de cada cultura asentadas en dimensiones diferentes según las coordenadas de tiempos y lugares. No es lo mismo el siglo V a.C. que el XXI D.C.; China que América.
En general se supone que el matrimonio en la más tierna humanidad respondió a la satisfacción del instinto sexual, esa fuerza de tsunami que atrapa a los individuos sexuados. El amor, el que denominaríamos amor romántico, sería fenómeno de épocas más cercanas. Pero,¿Quién se anima a decir con propiedad total que el hombre primitivo no poseyó también “ la flecha que le asignó Cupido”?
Habría sido la promiscuidad, el matrimonio grupal, la primera forma del enlace, movido por la libido o energía sexual. Todos los hombres eran de todas las mujeres; todas las mujeres eran de todos los hombres. Los niños reconocían en cada hombre un padre, generoso educador y protector de numerosísima prole, amada sin prejuicios que no existían…y que recién hoy pueden sugerir leves y misericordiosas sonrisas de piedad.
En algunos pueblos era muy común el infanticidio, seleccionándose a las niñas para terroríficas matanzas que procuraban limitar el número de bocas cuando el hombre, cazador y depredador, veía dificultades de acceso al alimento. Era una forma de protección…como hoy las guerras, dicen los neomalthuasianos. El canibalismo, en horas extremas y al límite de la inanición, estaba también al orden del día y de lo normal.
El matrimonio se entiende además de satisfacer la genitalidad, como impulso proteccionista de los hijos, aunque fuese mediante la criminal negación de las vidas de niñas para salvar al total.(¿Qué decimos de los debates actuales en el Uruguay sobre la penalización o despenalización del aborto por vía legal?)
Según que la fuerza protectora se apoyara en el dominio –real o mítico- de las mujeres se tendría el matriarcado,palabra tan próxima a “matrimonio”.Grande fue el prestigio de las mujeres en las épocas rupestres y antiguas que las divinidades o seres principales eran congéneres de mortales. El arte recogió en artistas magnos a humanas “diosas”,tanto en esas mamarias Evas prehistóricas como en una belleza de armónicas medidas producidas por el cincel de Fidias.
Claro que si la fortaleza viril acompañaba, se generaría al patriarcado, de pergaminos bastante ajados en las últimas décadas, que mal y perversamente se desquita con las insanias de las violencias domésticas, cuando se desgasta de inferioridad el potrero del “varón domado”.
Al avanzar el dominio sobre su medio físico y aumentar las adquisiciones culturales, la humanidad adoptó perfiles matrimoniales poligámicos, tal la poliginia en que un hombre posee varias esposas, que en la poliandria la situación se invierte teniendo la mujer varios maridos. ¡Vaya!
Sobre estos esquemas nupciales de las comunidades, se anotan también las alternativas de los códigos de respeto, autoridad, de quien ocupa el rol dominante en la relación, sea varón o hembra. Cuantitativamente son más avanzados culturalmente los pueblos poliándricos que los poligínicos.
-La revolución Agrícola-
Sé que la Iglesia romana da ciclos de charlas prematrimoniales, requisito preestablecido por la autoridad clerical para conceder el sacramento del altar a sus correligionarios. Los conversatorios colectivos con las parejas de novios son orientados por personal eclesiástico y laicos, informándose sobre las responsabilidades de quienes estén dispuestos a dar por acto de amor y voluntad libremente consentida trascendente opción de vida futura. Todo enrabado con los valores conocidos del cristianismo “hasta que la muerte nos separe”.
El matrimonio mantiene carácter fuerte de institución social, religiosa, educativa y económica, fundamentada en el derecho a la relación sexual, la continuidad de la vida y de los bienes, como al fomento del compañerismo de dos seres identificados germinalmente por un sentimiento amoroso. Pese a los también muy contemporáneos acosos que experimenta con sus añadiduras de divorcios y separaciones, atribuibles a múltiples causas en una sociedad que se agita en altos procesos de cambios holísticos.
Es tema de la antropología cultural determinar si las grandes facetas que hoy lo distinguen son, total o parcialmente, las mismas de los tiempos idos. O aún pensando que así fuese, en qué medida han mantenido una constancia análoga en su naturaleza y cúales han sido las variantes y transformaciones que oculta la identidad original en el camuflaje de la sensible evolución.
Los estudiosos –que suman cientos- exponen ideas contradictorias por vía de las teorías, en casos complementarias sobre tal modelo, encontrándose en el intento de universalizar enfoques, las variables propias de cada cultura asentadas en dimensiones diferentes según las coordenadas de tiempos y lugares. No es lo mismo el siglo V a.C. que el XXI D.C.; China que América.
En general se supone que el matrimonio en la más tierna humanidad respondió a la satisfacción del instinto sexual, esa fuerza de tsunami que atrapa a los individuos sexuados. El amor, el que denominaríamos amor romántico, sería fenómeno de épocas más cercanas. Pero,¿Quién se anima a decir con propiedad total que el hombre primitivo no poseyó también “ la flecha que le asignó Cupido”?
Habría sido la promiscuidad, el matrimonio grupal, la primera forma del enlace, movido por la libido o energía sexual. Todos los hombres eran de todas las mujeres; todas las mujeres eran de todos los hombres. Los niños reconocían en cada hombre un padre, generoso educador y protector de numerosísima prole, amada sin prejuicios que no existían…y que recién hoy pueden sugerir leves y misericordiosas sonrisas de piedad.
En algunos pueblos era muy común el infanticidio, seleccionándose a las niñas para terroríficas matanzas que procuraban limitar el número de bocas cuando el hombre, cazador y depredador, veía dificultades de acceso al alimento. Era una forma de protección…como hoy las guerras, dicen los neomalthuasianos. El canibalismo, en horas extremas y al límite de la inanición, estaba también al orden del día y de lo normal.
El matrimonio se entiende además de satisfacer la genitalidad, como impulso proteccionista de los hijos, aunque fuese mediante la criminal negación de las vidas de niñas para salvar al total.(¿Qué decimos de los debates actuales en el Uruguay sobre la penalización o despenalización del aborto por vía legal?)
Según que la fuerza protectora se apoyara en el dominio –real o mítico- de las mujeres se tendría el matriarcado,palabra tan próxima a “matrimonio”.Grande fue el prestigio de las mujeres en las épocas rupestres y antiguas que las divinidades o seres principales eran congéneres de mortales. El arte recogió en artistas magnos a humanas “diosas”,tanto en esas mamarias Evas prehistóricas como en una belleza de armónicas medidas producidas por el cincel de Fidias.
Claro que si la fortaleza viril acompañaba, se generaría al patriarcado, de pergaminos bastante ajados en las últimas décadas, que mal y perversamente se desquita con las insanias de las violencias domésticas, cuando se desgasta de inferioridad el potrero del “varón domado”.
Al avanzar el dominio sobre su medio físico y aumentar las adquisiciones culturales, la humanidad adoptó perfiles matrimoniales poligámicos, tal la poliginia en que un hombre posee varias esposas, que en la poliandria la situación se invierte teniendo la mujer varios maridos. ¡Vaya!
Sobre estos esquemas nupciales de las comunidades, se anotan también las alternativas de los códigos de respeto, autoridad, de quien ocupa el rol dominante en la relación, sea varón o hembra. Cuantitativamente son más avanzados culturalmente los pueblos poliándricos que los poligínicos.
-La revolución Agrícola-
El hombre cazador a fines de la época prehistórica o pre literaria, sin dejar el arco, las flechas y las trampas, se transforma en agricultor. Ha producido una de las más formidables e importantes revoluciones en la Historia, apenas unimillonaria en años. El depredador también repone lo que extrae con azadas, varas y arados en manos, hasta entonces quitas que le había hecho a la generosa pero no fácil Natura.
En el crucial instante afirman antropólogos de buen predicamento, el matrimonio poligámico se desliza hacia el monogámico con la unión más o menos permanente de un hombre y de una mujer singulares, dispuestos a sembrar en común plantas y niños, cuidar a aquellas y a éstos sobre una parcela de tierra fértil que hay que defender de otros hombres, aves y cuadrúpedos. ¡Claro! ha nacido la propiedad privada como institución social. Seguir con atenta y sagaz observación agrícola el ciclo de las plantas y de las estaciones, de los animales, permite racionalizar la existencia de un orden inalterable y cósmico que se repite necesariamente. Cada animal, excepto, el hombre, tiene su período de celo. El trigo debe plantarse en invierno y recogerse en el verano. No se admiten inversiones en el orden natural de las cosas. ¡Existe un orden!
-Se Llama Dios-
En el crucial instante afirman antropólogos de buen predicamento, el matrimonio poligámico se desliza hacia el monogámico con la unión más o menos permanente de un hombre y de una mujer singulares, dispuestos a sembrar en común plantas y niños, cuidar a aquellas y a éstos sobre una parcela de tierra fértil que hay que defender de otros hombres, aves y cuadrúpedos. ¡Claro! ha nacido la propiedad privada como institución social. Seguir con atenta y sagaz observación agrícola el ciclo de las plantas y de las estaciones, de los animales, permite racionalizar la existencia de un orden inalterable y cósmico que se repite necesariamente. Cada animal, excepto, el hombre, tiene su período de celo. El trigo debe plantarse en invierno y recogerse en el verano. No se admiten inversiones en el orden natural de las cosas. ¡Existe un orden!
-Se Llama Dios-
Pero, ¿quién lo estableció? Alguien muy prolijo. Llamémosle Dios. Es fuerte y poderoso. Hay que adorarlo y mostrarle sumisión. Impone tabúes o prohibiciones, castiga y ahuyenta temores de la muy débil y medrosa humanidad. Ha nacido otra institución: la religión que no es la magia anterior que prescindía de seres sobre naturales. Ha nacido que los sacerdotes se encargarán de complicarla con liturgias para asentar su dominio mítico, económico, militar y político sobre sus frágiles pueblos, creando Teocracias donde ocuparán posiciones de mando que no se discuten. Una manera también de realizar grandes obras de dominio sobre los ríos represándolos, canalizándolos por multitudes que munidas sólo de palos y cuerdas deben ser sumisas para realizar las imprescindibles tareas colectivas. A un hombre coronado no se le obedece tan fácilmente: a un Dios-Hombre sí, porque es el vicario dueño de tu cuerpo y de tu alma hacia la eternidad. De paso, se aprovechaba la gratuidad de esas multitudes temerosas, para construir soberbios y monumentales palacios y tumbas.(Continuará)
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