Honor al Mérito en el Derecho Premial.
Del refranero:Nunca sacrifiques el Honor para alcanzar honores>>
La actitud de la Junta Departamental de Soriano merece, en nuestra personal opinión, plácemes ante el reciente acontecimiento laudatorio a esa eminencia que es el médico coterráneo Dr.Fernando Vidal Viñuela Olano. Al margen de la personalidad del distinguido científico, sin dudas ratio ad honorem del homenaje que se justifica en sí mismo sin que haya necesidad de reiterar ni convalidar virtualidades, podría ser la ocasión ariete impulsor de un cambio hacia la aretè de las relevancias a disponer por el corporativo multipartidario en sus legitimidades selectivas de venideros y próximos advientos en materia de reconocimientos públicos.
Destacamos que no son nuestros tiempos, lamentablemente, paradigmas de excelencias cuando parece ser la mediocridad la suma categoría insignia de nuestra existencia colectiva, acosados por un decadentismo de las magnitudes ponderadas que dieron identidad al terruño, gracia y merced de otros períodos.
Queden para los antropólogos culturales la responsabilidad académica de emitir hipótesis sobre los rezagos y advertir, junto a historiadores y cientistas sociales diversos, los pronósticos orientadores que reencausen viejas nostalgias de la inteligencia departamental y sus venerables productos tangibles o intangibles. No será necesario a esta altura que describan el panorama, por ya conocido, del decaecimiento de las fuerzas creativas, tan fértiles en esta jurisdicción cuando décadas pretéritas.
Ha querido el denominado Derecho Premial -no sé si bien o mal- ejercer la tutoría desprolija y sucedánea de transformarse en menguado Tribunal legitimizador de edulcoradas carpetas que resguardaban mínimos éxitos de presuntos ilustres e invictos, aunque en perfiles demarcados por minúsculos y austeros laureles. Pobres bálsamos del debilitado organismo, necesitado con urgencias de superiores estímulos y contraofertas de probadas victorias del pensamiento o del músculo.
Entre las San Juan y Mendoza departamentales, de Corrales a Tranqueras traspoladas a Soriano, y sobre todo en la coqueta ciudad de las Mercedes, como latigazo centellante de fuegos de artificio, se oficializó en el nivel público o en el privado, fábricas costumbristas de diplomas adjudicables bajo forceps hasta que los estoques rutinarios alcanzaran. Cualquier jinete condimentado podía dar la Vuelta de Honor prescindiendo de ir al ruedo de las destrezas del mayo palmitense. Había para todos una cocarda en las más diversas asambleas, disciplinas, edades, sexos, rangos y escenarios. Aquella fulana era la Reina de la Belleza, aquel mengano el nuevo Narciso; otro todo un campeón sin haber ganado más que crepuscular latón numismático, depreciado tanto como los usados en la Cisplatina o durante los primeros gobiernos patrios por estar alejados de las metalurgias de la auténtica fidelidad aúrea, esa que retorna la hazaña intelectual o atlética a un fino apolíneo cultor. Otros se introducían en la "nomenklatura" por accidente al haber estado en tiempo y lugar exactos, habitando por azar un principado, aunque hayan sido heroicos, pero también, y lamentablemente, anónimos y oscuros fulanos los que en verdad erigieron el trono de la fama luego apóstata.
El Prof.Washington Lockhart fue un egregio intelectual que dejó herencia indiscutible e incomensurable a la polis, actuando fundamentalmente desde la enseñanza media liceal y no, pongamos, desde la tecnológica, por un decir de verbo paradójico.
Cuando llegó el momento de la gratificación a su entrega próspera, no había un Liceo disponible para colgar su epitafio académico en noble metal con la prosapia propia de los grandes.
Los certámenes de premiación eran protocolos de celofán en esos lustros de perfidias.
Nuestros votos son hoy y ahora para que la conducta de la Junta Departamental de Soriano que lideró y animó la convocatoria del Dr. Fernando Viñuela en espíritu, forma y analogías de estaturas cíclopes, se sustente por mucho más en la acción o, de ser necesario, en la tolerable omisión. Si hay que premiar, ¡Prémiese! Si hay que esperar, ¡Espérese! No bastardear títulos, distinciones, homenajes, reconocimientos, que sólo se deberán pergeñar como profunda evaluación de calidad excelsa. Señálese, márquese el talento y la virtud, que es por otra parte exigencia constitucional de ponderada discriminación para así gestar paradigmas, buenos ejemplos y motivaciones, y buscar la igualdad democrática y republicana mirando hacia las estrellas y no hacia los zenotes, promoviendo la aristocrática desigualdad de élite a favor de ínclitas alcurnias, brújulas de nuestras vanguardias. Los demás, detrás, con honor, buscando espacios de superación en regia dinámica, despidiendo congeladas inmovilidades depredadoras.
Destacamos que no son nuestros tiempos, lamentablemente, paradigmas de excelencias cuando parece ser la mediocridad la suma categoría insignia de nuestra existencia colectiva, acosados por un decadentismo de las magnitudes ponderadas que dieron identidad al terruño, gracia y merced de otros períodos.
Queden para los antropólogos culturales la responsabilidad académica de emitir hipótesis sobre los rezagos y advertir, junto a historiadores y cientistas sociales diversos, los pronósticos orientadores que reencausen viejas nostalgias de la inteligencia departamental y sus venerables productos tangibles o intangibles. No será necesario a esta altura que describan el panorama, por ya conocido, del decaecimiento de las fuerzas creativas, tan fértiles en esta jurisdicción cuando décadas pretéritas.
Ha querido el denominado Derecho Premial -no sé si bien o mal- ejercer la tutoría desprolija y sucedánea de transformarse en menguado Tribunal legitimizador de edulcoradas carpetas que resguardaban mínimos éxitos de presuntos ilustres e invictos, aunque en perfiles demarcados por minúsculos y austeros laureles. Pobres bálsamos del debilitado organismo, necesitado con urgencias de superiores estímulos y contraofertas de probadas victorias del pensamiento o del músculo.
Entre las San Juan y Mendoza departamentales, de Corrales a Tranqueras traspoladas a Soriano, y sobre todo en la coqueta ciudad de las Mercedes, como latigazo centellante de fuegos de artificio, se oficializó en el nivel público o en el privado, fábricas costumbristas de diplomas adjudicables bajo forceps hasta que los estoques rutinarios alcanzaran. Cualquier jinete condimentado podía dar la Vuelta de Honor prescindiendo de ir al ruedo de las destrezas del mayo palmitense. Había para todos una cocarda en las más diversas asambleas, disciplinas, edades, sexos, rangos y escenarios. Aquella fulana era la Reina de la Belleza, aquel mengano el nuevo Narciso; otro todo un campeón sin haber ganado más que crepuscular latón numismático, depreciado tanto como los usados en la Cisplatina o durante los primeros gobiernos patrios por estar alejados de las metalurgias de la auténtica fidelidad aúrea, esa que retorna la hazaña intelectual o atlética a un fino apolíneo cultor. Otros se introducían en la "nomenklatura" por accidente al haber estado en tiempo y lugar exactos, habitando por azar un principado, aunque hayan sido heroicos, pero también, y lamentablemente, anónimos y oscuros fulanos los que en verdad erigieron el trono de la fama luego apóstata.
El Prof.Washington Lockhart fue un egregio intelectual que dejó herencia indiscutible e incomensurable a la polis, actuando fundamentalmente desde la enseñanza media liceal y no, pongamos, desde la tecnológica, por un decir de verbo paradójico.
Cuando llegó el momento de la gratificación a su entrega próspera, no había un Liceo disponible para colgar su epitafio académico en noble metal con la prosapia propia de los grandes.
Los certámenes de premiación eran protocolos de celofán en esos lustros de perfidias.
Nuestros votos son hoy y ahora para que la conducta de la Junta Departamental de Soriano que lideró y animó la convocatoria del Dr. Fernando Viñuela en espíritu, forma y analogías de estaturas cíclopes, se sustente por mucho más en la acción o, de ser necesario, en la tolerable omisión. Si hay que premiar, ¡Prémiese! Si hay que esperar, ¡Espérese! No bastardear títulos, distinciones, homenajes, reconocimientos, que sólo se deberán pergeñar como profunda evaluación de calidad excelsa. Señálese, márquese el talento y la virtud, que es por otra parte exigencia constitucional de ponderada discriminación para así gestar paradigmas, buenos ejemplos y motivaciones, y buscar la igualdad democrática y republicana mirando hacia las estrellas y no hacia los zenotes, promoviendo la aristocrática desigualdad de élite a favor de ínclitas alcurnias, brújulas de nuestras vanguardias. Los demás, detrás, con honor, buscando espacios de superación en regia dinámica, despidiendo congeladas inmovilidades depredadoras.
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