martes, 16 de octubre de 2007

A veces es bueno ver el otro lado de las cosas.

Damas de otros tiempos...mi abuelita Maricuela a la izquierda y mi tía abuela Juana a la derecha.


En el diario digital de Montevideo “El Observador”, sección “Ociudadano”, se leen dos notas, una de la responsabilidad de un lector de nombre Gustavo Ribeiro que reclama la necesidad de volver a los valores sociales de antaño; y otra del propio Jefe de Redacción del medio sobre si no sería pertinente que el actual proceso de elaboración de una Ley sobre Salud Reproductiva radicada ahora en el Senado–que incluye el debatido tema del la despenalización del aborto- no podría resolverse mediante una consulta popular.
Respecto al regreso a la axiología pretérita de las "buenas costumbres" y ante las incitaciones del escriba digo:
"No olvidemos el pasado como culto a una idílica edad que se aspira a retornar", parece ser la consigna del Sr.Ribero.Sí…está bien. Se puede compartir, aunque solo parcialmente.En la lista de “malos” ejemplos por la desaparecida ausencia de una paradigmática sociabilidad contemporánea que presenta el escriba, hay sin embargo fuertes similitudes y analogías con los estudios realizados y publicados por el antropólogo cultural Barrán en la serie de sus libros sobre la Historia de la Sensibilidad en el Uruguay. Lo que ocurría en el siglo XIX y en el XX, en ciertos casos, sigue pasando hoy como que de continuidades se tratase y no de costumbres recién ahora novicias. Las mujeres del ayer hacían “pichí” a la intemperie sin preocuparse del voyeurismo y, además, se “cargaban” a los hombres en vivo y en directo.
El lenguaje de los grupos “candomberos” blancos y colorados (todavía no habían aparecido los tricolores progres, pese a que hubo semillas a mediados del siglo XIX, mucho antes que en 1971) eran tan infames como los “alientos” en el Estadio Centenario a los jueces, al equipo, himno nacional y afición rival.
También me pregunto, pero sin tenerlo todavía resuelto a mi plena interioridad:¿Cómo es que políticos tan decentes y ejemplares, o padres de familia tan cultos y probos, enseñaron tan mal a sus progenies? Porque sigue siendo firme la sabiduría sin relativismos morales que sentencia “por sus frutos los conoceréis”.
El malandraje siempre existió: de cuello duro o de alpargata. Como ahora.No todo tiempo pasado fue mejor. Me parece…sin entrar en maniqueísmos de buenos” y de “malos”, que esa dialéctica de los extremos opuestos, con todas sus variables secuencias intermedias, seguirá existiendo. Lo único que variará es hacia dónde se corre el dial en la lucha de las hegemonías éticas, es decir, conductuales.La mano en la lata seguirá siendo una tentación.¿O no? Como también la santa filantropía de tanta gente…la que no toda figura en ONG’s,
pero mete y mete a favor de los desfavorecidos sin reclamar nada para sí.
Y en lo que hace a consultar plebiscitariamente a la población a los efectos de normativizar más ampliamente el controvertido tema del aborto, expreso:
¿Voluntad Popular? ¿Quiere decir que votan todos los adultos para decidir entre la muerte y la vida de un ser con o sin conciencia? Ahhh…es decir votarán los dueños de las clínicas clandestinas y de las habilitadas. Las adolescentes monoparentales de más de 18 años…la “intelligentzia nacional”….la intelectualidad…..los políticos…..los periodistas deportivos…..los planchas ….los docentes….los religiosos….el lumpen….los sabihondos… los creadores de imagen…los farmacéuticos…..los laboratoristas….Y claro hermano que sí, ¡ todos ellos son ciudadanos y cuando lo hacen dejan de lados sus roles singulares y piensan con imparcialidad individual buscando el predominio exclusivo de una voluntad éticamente saludable!Pero entonces ¿para qué está el gobierno representativo en sus barnizadas sillas curules del Palacio Legislativo o desparramados entre el Edificio Libertad y los lujosos Ministerios si ante tema tan convulsivo le sacarían el glúteo a la jeringa? Se supone que son los “aristos”, es decir los mejores en el sentido montesquiano del término y, por ende, los dotados de la mayor visión de las cosas y los fenómenos. Claro que si no creemos en ellos, tampoco debemos creer en quienes los eligieron¡¿Qué dilema?!

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