Ella no Educa, regida por Determinismos;pero Enseña las Fantasías de sus Flores, Cielos y Marinas. Ella es ¡la Naturaleza!
Alguien dijo:la Naturaleza no educa, que siempre se maneja con determinismos, fatalmente ineludibles.No sé si tendr razón el Anónimo. Pero ella efluye fantasías y hay que descubrirle a su duende de coqueta maternal, los deleites de su diseño estético.Mercedita en eso está, con su hijo, mi nieto, Teíto.El diagrama de las flores amarillas, entre verdes pináceos y el azul marino de Solanas es aula espléndida para el niño de los rizos colorados... y de todos los cabellos.¡ Derecho general!
Playa y portezuelo de la polis de Piria dan la nota de la humanización del paisaje natural.Morros pétreos y la geológica paciencia del agua transformando las rocas en arenas recreativas. El sol escurridizo que espera el verano para recién desvetirse con cálido amor y refrescarse con brisas al anochecer. Teíto sigue en sus lecciones de estética por la vía de la animación temprana de su sensibilidad , pero ahora con la tutoría de la abuela Lita y del encapuchado loco.La razón apolínea en la dama; el afán dionisíaco en el acompañante.El niño deberá hacer la síntesis de las influencias.¡Qué sean para bien!Ya lo enseñaba la Dra. María Montessori: "La niñez se hizo exclusivamente para jugar".
Cada niño está dotado de nébulas, corpúsuculos de su ser que son energía pura y que se manifiestan a su tiempo -no en otro que de lo contrario se atrofian- y son capaces de generar circuitos de desarrollo inteligente y afectivo a partir de cada actividad libre que el pequeño resuelva sin la asistencia directa de un adulto.
Claro que para ello hay que ponerlo frente a situaciones, sea en el marco natural y su vitalismo, y ofrecerle materiales adecuados y aúlicos a sus dimensiones somáticas que estimulen, mediante un empleo de dificultades graduables, o no, experiencias exitosas salvables con compromiso cuasi laboral en ejercicio de su libertad pues él señalará el timing y en tal sentido no hay sucedáneos autoritarios.
A cada logro, un estallido de alegrìa; a cada conquista, un paso gigante hacia su madurez.




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