sábado, 12 de febrero de 2011

El Juglar y Vate Musical de Mi Feria de Ana Monterroso.

Si existe una imagen citadina que marca conductas y acuarelas costumbristas que no se alteran en estos días veloces y céleres de acontecimientos, es la de las ferias barriales. Largas y heterogéneas  filas de frutas y verduras, comestibles y bebestibles . En semi clandestinidad aprobada por el uso, un cambalache de mil cosas variopintas de tantas procedencias, que recordar no quiero.
Todo un lenguaje de la urbanidad más cercana de los uruguayos entre la parlanchina “vecina” y el feriante de  fruta dulce y  pescado fresco …de vaya a saber cuántos días de cámara, lejano nativo del mar que fenecerá en un chupin terrenal con vino blanco festejando la conquista de Peñarol, Nacional, o ahora la renovada celeste con sus glorias restauradas.
¡Todo es una oferta! Todo una amable discusión por un peso de más o de menos, pesos monedas y pesos miligramos.
Vocinglerillo que se excita cuando suben los minutos y queda la última oferta a liquidar. O la prevención economicista y doméstica que la acelga está tan marchita que no aguantará una gira más por otro bastión ferial, por rápido que vaya el portante camión de los años 50, siempre destartalado .
Y allí está él… mi ignoto amigo de la Feria de Ana Monterroso de los martes o la sabatina que antes fue en Joaquín de Salterain y ya se mudó hoy a Eduardo Acevedo Díaz , cerca del camino que me lleva con mis nanas a la calle Palmar de la Española durante el resto de mis días semanales.
El Ciego de la Feria. El de historias que no le conozco pero que deben ser miles y sublimes.
Bandoneòn arcaico sobre la comodidad de un desvencijado cajón de verduras  que le custodia la alcancía de los tributos solidarios, guardián  liberal en estos tiempo de chorros insensibles y sin códigos de la montevideana "Corte de los Milagros" al estilo del victorhugoniano Cuasimodo, Jorobado de Notre Dame.
Melancolía musical inunda entre matemáticas de precios el espacio culebrero y a cielo abierto de la calzada. Son los tangos de Julio De Caro,  de Gardel-Le Pera, Celedonio o Contursi…y cuando hay que llorar una pena  contingente, lagrimea "Sur" de Troglio sin los versos de Manzi.
Apenas algunos sombráculos precarios aquietan a Febo.Pero el repertorio es múltiple . Cuando llega el turno de la alegría victorean su alegría los Paso Dobles de Washington Oreiro, Los Marinos Cantores y reminiscencias de los antiguos carnavales de la Trouppe Ateniense de Collazo y de Soliño .
Perdidos los ojos en luz sin tiempo,  vemos al cieguito en el cantón alimentario traficando la magia de un oído que restaura luminarias placenteras con la prodigalidad de sus manos febriles. Estiran el fuelle y dan en cada extremo digital el sonido y el timing justo de armonías y melodías perfectas. Qué nostalgias también, aunque estén caducas en el bunker de sus párpados cansados.
Es un artista popular, sin afiches ni propagandas…. amigo que no conozco, pero amo.
El juglar y vate musical de mi Feria.

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