miércoles, 29 de agosto de 2018

GUERRA DE TROYA EN LOS HEMICICLOS DE SORIANO.



Lo contó Homero  antes de Jesucristo, cual si fuese fantasía. Pero es una verdad que se repite.
Si hay un territorio rico y compartido entre muchos , algún sector  querrá apoderarse, sea cual sea la excusa aunque todo, en definitiva, sea egoísta lucha de hegemonías, incluso entre los aparentemente iguales en el recitado tradicional.
En la guerra de Troya, importaba el dominio comercial del Mar Egeo, sucursal del Mediterráneo y sus riquezas , y los estrechos marinos  que llevaban  a otros mares interiores de Eurasia.
Por eso combatieron tirios y troyanos, gente de la misma raza y cultura.  Adoraban los mismos dioses, costumbres y creencias. Como la de robarse las mujeres entre si y, si eran tan hermosas como Helena, mejor.
Claro que un poeta como Homero, todavía  ciego para ver mejor las profundidades del alma humana,  jamás haría una saga con motivaciones tan frías como las comerciales o políticas. Muy lelo sería el leif motiv. Había que fundar el relato nunca  en esa explicación mercantil, pero  sí desde el adorno lírico del mito y de la imaginería  desbordante.
 La guerra llevó a los helenos de Micenas y sus aliados hacia  Troya,  o sea afiladas y armadas proas buscando la amurallada Ilión, la trágica  Ilíada…
Una épica necesita héroes. Los griegos tenían al semidios Aquiles Bruno. Solo se le podía vencer o matar si se le hería  en el talón que el resto corporal era inmortal por celestial sentencia de Zeus. Los troyanos contaban con el asaz  valiente y meramente humano Héctor Andrés, domador de caballos en su ingeniería agronómica.
Cada facción poseía  sus  olímpicos dioses protectores .Era mayúsculo el apoyo  logístico  de los griegos. Y como en  todo drama de la Antigüedad,  ya estaba escrito de antemano su resolución, aunque interesen de cualquier manera  los vaivenes de la dilucidación de los  bélicos sucesos.  Ganarían    o sí, por el momento, los blancos  helénicos . Sus 903 combatientes tenían la bendición divina con todo el peso del Poder oficial desde los cielos del Supremo. Los troyanos, al principio 22, pese a su famoso primigenio Noveno Regimiento, se fueron quedando sin nada, cooptados por los griegos . ¡ Hasta perdieron a sus mujeres en las primeras de cambio  que se fueron a tiendas  griegas!
 El troyano Héctor Andrés quería investigar las tropelías asignadas  por la perversidad  de la Diosa Discordia a los griegos.
El semidios  Aquiles Bruno – el de los pies ligeros-  no lo permitiría.¡Jamás!
Y como los despliegues castrenses se prolongaban demasiado en el tiempo y la guerra acarreaba a todos funestos males,  se decidió un duelo personal que decidiría el cierre de las incertidumbres y del propio combate. ¡Pobre Héctor Andrés! Iba a perder, aunque se valorara su rectitud de recio combatiente en lucha contra un Inmortal. Igual salió a la lid. Aquiles Bruno tenía todo a favor.Tanto más que algunos potenciales aliados de un Frente Amplio anti griego y pro  troyanos, en vez de sumarse a la lucha a favor de Hector Andrés,dispararon con la cola entre las patas.¡Solo hacían ofrendas desde la tribuna de las arengas , pero no sacrificaban ningún lote!
Lo cierto es que Aquiles Bruno mató a Héctor Andrés!
No para siempre…pues luego, en el correr de los tiempos, se supo que un amigo de Héctor Andrés, Eneas Gustavo, que había escapado de la masacre final, refundó una nueva  casta a orillas del río Negro, no del Tíber esta vez, la que se transformó en un gran Imperio y domesticó a los mirmidiones de Aquiles Bruno, también fenecido cuando le pegaron en el talón, su blanco vulnerable. En tanto el Frente había dejado de serlo y su amplitud había caducado.

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