miércoles, 6 de enero de 2010

Apuntes en Día de Reyes sobre Psicología de los Regalos.

Mi principito Teíto y su avión de Saint Exúpery
Hoy en Día de Reyes estoy especialmente feliz.
Presencié los ojos de asombro y de indescriptible placer inmaculado en mi nietito al abrir con manos temblorosas desde sus infantes pulsiones, los regalos estelares del “abuelo” Melchor, no de los "padres" Gaspar y Baltasar.
En un instante se me borraron todas las impresiones del más elemental impacto sensorial. Corrí veloz e intemporal la cinta de mi más profunda inmanencia, más allá de cualquier dimensión cuantificable de la física cronológica, no para entrar en ningún trance que la mente no me da, sino dos, tres, cuatro escalones mucho más bajos, propicios a instalar un escenario de la ensoñación compartida hacia la íntima reflexión:
* ¿Estaba feliz por la felicidad de Teíto o por mí, patrono del obsequio?
Si era por la segunda intención, mi conducta es egoísta. Si se tratase de la primera, ¿no tengo derecho a armonizar goces?
De sintetizar todo termina en un escorzo sobre behaviorismos de la mente: la psicología del obsequio.
* ¿Cuándo regalo algo a alguien es para hallar luego la devolución oportuna, mediata o inmediata de mi homenajeado?
* ¿Cuándo me regalan es para luego favorecer el aterrizaje en mi aeropuerto una diligencia de reciprocidad hacia el galante obsequiante? ¿O acaso es una manera, si acaso yo fui el que tomé la iniciativa donosa, para decirme sin palabras pero con la acción dadivosa mi contertulio, “tenga Ud. también su regalo y quédese en el molde que nadie ya le debe nada a nadie”?
* ¿Por qué me prepararon por acciones reflejas y ya no tanto desde ese mirador partalelo, sino desde la propia educación formal en el empleo de buenos usos y de costumbres, a poner caro de regocijo ante cualquier obsequio si mi expectativa en resumen quedó defraudada tras al apertura de la roja cintita moñal y del crujiente y fino papel celofán?
Esta concepción que expongo por ahora me queda clara: Obsequiar, regalar es, en definitiva una forma de comunicarnos tanto los njiños, los jóvenes los adultos y la senectud.
Incluye, no obstante, diversos análisis conductuales que romatizan o relativizan las cualificaciones del altruismo gestual de las donaciones empaquetadas con tarjetitas de augurios.
A veces cínica.
A veces placentera y animadora de alegrías mutuas entre quien da y quien recibe.
En caso invirtiendo valores de mercado, desde que en tantos sucesos es mucho más entrañable que valioso, el obsequio sutil de una mirada inesperada, aguardada, un espaldarazo, un saludo, que un reloj suizo….cuando uno los necesitaba y, en aquel momento inolvidable, podía fácilmente prescindir de cualesquiera hora, resultándole imprescindible una tierna y sentida caricia de estima.
No en vano somos existentes, dotados por naturaleza de sentimientos y de ciertas percepciones quizás en mini lapsos marchitas que se revivifican en el testimonio inefable del amigo, del familiar o hasta de extrañ@s in the night…

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