Mi Amigo Winston.

No resulté hermano de Winston porque alguien dispuso que nacíera en distinto buen vientre. Y cada madre llegó a querer como propio al hijo ajeno.Su Dominga; mi Juana. Pero al nacer los dos en el 43, antes que separados, unidos fuimos en vida germinal .El paisaje ecológico puso lo suyo: barrio de Rodó y Varela en la plácida Mercedes cerealera y pecuaria. Con los años exploramos, anidando al crecer, el Remeros, templo deportivo. Niñez de juegos sencillos, bicicleta y toddy móvil, matrereadas y maratones. Juventud de atletismos con los colores del Club, basquetbol y natación, y la mente en escuelas públicas y Liceo de la calle Roosevelt. Todo un campeón el “Pelau” en la elegancia de la brazada de su deslizamiento estilo espalda que no había cadete que le ganara en todo el Uruguay.

A la noche su padre Juan Antonio nos llevaba a los dos a rezar el rosario, sin darnos demasiada cuenta del verbo cansinamente repetitivo hacia María de Jesús, llena de Gracia, a la que había que salvar aún siendo bendita.Cuando maduró lo entendió con magno voto existencial, y luego la fue a buscar a la misma edad del Hijo.A los 33.
Un líder entre nosotros Winston César Mazzuchi Frantchez que al presentarse daba sus nombres duales y como cien apellidos más del árbol genealógico. Agregaba como cierre de prontuario:…”¡y echarle agua a los pollos!” Sonrisa cautivante y picardía galana, atributos de su idiosincrasia plena de empatías, exitosa en la juvenilia feminil...
Un día la noticia increíble. Duro mazazo a mis afectos fraternos de adolescente imberbe. La familia se mudó a Montevideo.
Los extrañaba .Y fui invitado a mis primeras vacaciones y conocer así la ignota Montevideo. Luego se fueron distanciando los contactos. No lo vi más…que no es lo mismo que olvidarlo, que eso jamás ocurrió, ni ocurrirá.
No juzgo ni quiero comprender nada. Winston es mi amigo. Por siempre. Manejó otra dimensión que le pertenece en exclusividad al considerarla justa y buena. Está con Dios.