jueves, 16 de julio de 2009

Maracaná: Nuestra Decadencia Tergiversa las Auténticas y Ejemplarizantes Glorias Pretéritas.


Uruguay y el Maracanazo .


*Afiche del 50.
*¡Gol de Ghiggia!

Hito trascen-dente en la historia del fútbol nacional es la evocación del 16 de Julio, día en que Uruguay le ganaba por 2 a 1 en Río de Enero 1950 al local Brasil la Copa Jules Rimet -favorito unánime de los encuestadores de opinión- máximo trofeo que premiaba entonces al Campeón del Mundo.
La hazaña se elaboró en el gigantesco estadio de Maracaná….y a partir de allí se acunó un neologismo designándose como “maracanazo” a toda proeza deportiva inesperada y de perfil futbolístico cuando el definitivo ganador arranca con su chance en la lid en condiciones de fragilidad subjetiva frente a superiores vaticinios que acompañan predicciones a favor del luego derrotado.
El suceso fue presenciado por alrededor de 100 mil espectadores, cifra insuperable que sólo luego la televisión mediante la tecnología virtual de la imagen logró superar muchas décadas después.
El tiempo ha ido erosionando la evocación, aunque no tanto como otras glorias uruguayas obtenidas en Europa, Francia 1924 (Colombes) y Holanda 1928 (Ámsterdam) como en la propia América, Montevideo 1930, en que también la casquilla celeste se cuatri consagró como la mejor del planeta. Recuérdese que la FIFA reconoce específicamente a los Torneos Olímpicos de Ámsterdam y Colombes como campeonatos mundiales. El de Montevideo 1930 ya fue oficializado como campeonato propio e inicial de una serie que tuvo su última expresión en Alemania 2006 y que ahora está en etapa clasificatoria para Sud Africa 2010.
Las leyes naturales de la existencia determinaron que de los campeones uruguayos del mundo en su cuádruple medallero, sólo sobrevivan Juan Carlos González y Alcides Edgardo Ghiggia, autor del gol del triunfo en Maracaná.
El impacto de la conquista fue tan intenso que se constituyó en un suceso también de interpretación sociológica, promotor de alabanzas mayúsculas hacia el país pequeño que vence a un Goliat; e incluso de intentos de justificar en menoscabos lo que no se podía fácilmente interpretar por la vía de la racionalización visto la comparación de destrezas apriorísticas de los que se enfrentaron en la ex capital brasileña en aquel comienzo exacto de la segunda mitad del siglo XX.
No pretendemos caer en recurrencias de laudatorias periodísticas ni en ensayos académicos interpretativos que son, en general, muy conocidos, aunque diluyéndose de a poco en las amnesias de la memoria colectiva en la medida que se expande la sustitución de las generaciones testimoniales. Súmese además las posteriores derrotas internacionales del fútbol nacional, que adquirieron frecuencias muy constantes, siendo el sino de la desazón el corolario más doloroso ante la añeja y regia tradición laurelina.
Apenas pretendemos rescatar ahora que ese mismo fenómeno de distanciamiento entre 1950 y la ausencia contemporánea de triunfos magnos, ha producido en el alma corporativa de la nación un fenómeno extrañísimo de inversión de términos: ¡desmerecer a Maracaná! Algo así como que los héroes que capitaneó Obdulio Varela fueran culpables de haber sido los responsables de ofrendar una alegría diabólica que derivó malignamente en la creencia psíquica de que, sin mayores planificaciones, se puede con un destino manifiesto y providencial alcanzar cualquier éxito por la gente que habita entre la latitud 33º sur, longitud 56º oeste , junto a las bandas orientales del río de la Plata y del río Uruguay. La idea, dicen opinólogos y académicos, prendió fuerte, muy fuerte, extrapolándose de lo estrictamente futbolísticamente alcanzando la dimensión de parámetro cultural que impregnó la totalidad de la vida del país: -"Déjense de fatigar con Maracaná que ganamos de puro tarro y porque los píses competidores venían exhaustos de una Guerra Mundial", gritan muchos con firmeza y propiedad de sabiohondos remarcada la sentencia adusta en el gesto impertinente de las huellas faciales.
Fue así, agregan, que se entró en una decadencia nacional gradual, insensible en un primer momento, aunque luego más cercana en la apreciación de las cotidianeidades que debilitaron y abatieron axiologías, razón plataforma del sustento de pretéritos orgullos, ya moribundos pues perdieron la capacidad de rejuvenecer.
Advinieron crisis múltiples las que no se pudieron enfrentar con prestezas pues tardía y perezosas fueron las respuestas del aparato inmunológico del ser colectivo.
Y en eso estamos. Maracaná ya es casi una mala palabra para los que hoy vivimos en el Uruguay por la transferencia patógena que hemos hecho de nuestras impotencias hacia los actores del 16 de Julio de 1950 –la gran mayoría ya fallecidos- atletas que llamados a una máxima responsabilidad supieron cumplir con lo suyo, materia deportiva, faceta trascendente de la ideosfera positiva de cualquier nación. ¡Qué locura! como síntoma de fuga que debilita asumir el sayo por cada cual en su tiempo y en su espacio.
Somos los vivientes de hoy los grandes responsables de nuestros pesares. No los que no están.
Es como endilgarle a Artigas que haya tenido algo que ver por haber luchado en pos de un sistema republicano, federal y americano, y tengamos, como falsa conclusión, habitar hoy en diagnóstico real y concreto un país despoblado, de emigración, constitucionalmente unitario, envejecido en cuerpo y alma, endeudado y, en tiempo histórico muy reciente, afectado por una subversión y su añadidura de un cruel corte institucional, de cuyas consecuencias no hemos sabido escapar para procurar la restauración de mejores destinos.
Maracaná ya fue. No estamos en 1950 sino en el 2009. Sin embargo ¡es! Sigue siendo.Porque nos recuerda sugerente de que si antes fuimos ¿por qué no podemos serlo hoy? La cuestión es intentarlo.Marcando y haciendo.Como Gambetta. Como Schiaffino.Uno defiende; el otro ataca.Y ambos ganan.¡Qué
lección eterna!

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