ARTIGAS:la autoridad formal y la que se ejerce realmente
INSTRUCCIONES DEL XIII .
LA MITOLOGÍA POÉTICA NO ES LA DE LA POLÍTICA
“Mi Autoridad Emana de Vosotros y Ella Cesa por Vuestra Presencia Soberana”
Oración Inaugural de abril de 1813 en Tres Cruces,Montevideo,por el Primer Jefe de los Orientales.
En la jornada de hoy se evocan, por razón aniversaria, las Instrucciones el Año 1813, documentos en los que se establecieron los más trascendentes principios de gobierno que la Provincia Oriental ponderaba para la organización de las Provincias Unidas del Río de la Plata que ella integraba durante la Revolución contra el Absolutismo colonial.
Por entonces y de acuerdo a viejas concepciones de conducción de los grupos humanos organizados en estamentos más maduros que una horda , tribu o clan, en aquellos períodos de cuestionamientos a la autoridad,-ahora más estructurada intelectual y académicamente con las Nuevas Ideas del Liberalismo dieciochesco- había surgido toda una literatura política levantisca que no podía escapar al espíritu poético de convulsivos días por tantos objetores de conciencia. Dominaba entonces el racionalismo como filosofía y, en el terreno de la oratoria y de la literatura, un romanticismo emocional que hoy nos suena algo exagerado, cuando no cursi. Artigas en su discurso inaugural de Tres Cruces -lugar extramuros de Montevideo, por donde hoy está la magna Cruz del Papa- ambientó ideas directrices del pensamiento político que se plantearían en Buenos Aires, sede de una Asamblea General ( por integrarse con de todas las Provincias del ex Virreinato) y Constituyente ( por sus propósitos etéreos de elaborar una Carta Magna). Se procuraba clarificar ideas sobre cómo organizar los territorios ya casi liberados del poder hispánico borbón. Artigas en su afán de convencer en torno a la singularidad de sus conceptos personales - razón de todo orador- llega a decir que el llanto de las mujeres orientales, por los sufrimientos padecidos durante el gobierno español y las agresiones invasivas de los portugueses bandeirantes, habían inundado con torrentes de lágrimas el caudal del río Uruguay. Las violencias eran verdaderas...pero el lagrimeo, se nos imagina asaz sobrenatural, pese que encajaba en el estilo metafórico de un imaginativo romántico (¿Artigas o su amanuense don Miguel Barreiro?)
La Asamblea de Buenos Aires había solicitado a los orientales, como al resto de las provincias platenses, que dictaminaran si estaban dispuestas a reconocerla, demostrando la petición un afán centralista y recio a coercitiva tapa cerrada
Artigas, ya era el Jefe de los Orientales desde el 10 de setiembre de 1811 nominado a cielo abierto en la Quinta de la Paraguaya, mediante elemental acto de reconocimiento, simple, primitivo, pero de legitimidad imperativa tan garantizable como puede ser cualquier plebiscito actual para elegir un Gobierno contemporáneo, moderno y complejo en este 2007. Con ese rango de mandatario el General instruyó a su gente de la situación que se vivía en la región, detallada párrafos arriba.
Fue entonces que expresó la célebre fase que inspirará, por los décadas de las décadas democráticas, no las del imperium del facto, discursos de políticos, inscripciones al molde en Palacios Legislativos y monumentos históricos reivindicativos de antiguas gestas:”Mi autoridad emana de vosotros y cesa por vuestra presencia soberana”.
Pero no siempre Artigas fue tan estricto en el cumplimiento pragmático de su aserto.Y era lógico pues, como Jefe de una Revolución en marcha, no puede atenerse siempre y en todos los casos a contemplar ese género perverso de individuos que consuetudinariamente ponen palos a la rueda y son, también, partes alícuotas de una “presencia soberana” poseedora por tanto de derechos y opiniones. Cuando estalla una Revolución verdadera, no se juega a las palabras bonitas. Ni a las actitudes corteses con patronos de sordideces. Hay que elegir. Como procede un pescador: tarariras a un lado, bagres al otro.
En esa misma asamblea de Tres Cruces, Artigas, se insiste, Jefe de los Orientales con autoridad real asumida, frente a la disyuntiva de si se debe elegir por “obediencia” o por “pacto” a la Asamblea de Buenos Aires, opta ,vehementemente, ante su pueblo reunido y armado, por la segunda. Todo Pacto supone condiciones a respetar recíprocamente entre los acordantes.La obediencia es sumisión. Supieron los “tricruceños”sin ambages cómo pensaba sobre la Revolución su líder caudillo.. Después, ¡se mandó a mudar! del lugar a la espera de los acontecimientos que imaginó positivos a su influencia. Resultado: Se votó por el reconocimiento que deseaba, por ¡Pacto! Faltaría más...
¡Notable Artigas! El que tiene poder legítimo debe ejercerlo, está obligado. De lo contrario es un renunciante de responsabilidades contraídas libremente ,más aún en horas difíciles que exigen del mayor compromiso. Una mitosis muy compartimentada debilitaría el mando y termina en que nadie dirige. También el ejercicio de una delegación de atibuciones resulta muy flexible y alienta caos, anarquía, conflictos intestinos, fragmentación de los mandos, colchas de retazos, y entropía demoledora de cualquier sistema, serán las consecuencias inevitables de una previsible desintegración colectiva de la fratría popular. Artigas sufrió en la Crisis del Año 20 esa debacle y terminó su leyenda eterna en el Paraguay. Siempre tendrá que mandar alguien, sea en unipersonalismo o en colegiado, pero jamás podrán hacerlo todos, y menos aún ¡ninguno! Así es y no de otra forma..Todos podrán querer ser poetas, pero no todos saben pulsar la lira. Intentarlo producirá histerias y regresiones entorpecedoras a alegatos superados..
Hoy por hoy corren vientos de querer minimizar la autoridad mayúscula del gobernante que tiene y goza legítimamente del mayor caudal de soberanía delegada. Viene un segundón de la corte ganadora, incluso sometido a jerarquía y le dirá olímpicamente al Jefe de la Estación ferroviaria: -“Salga de ahí que yo ordené por donde debe pasar el tren. Lo suyo queda revocado”. Y tras cartón viene otra ferroviaria, con martillo en la mano y hoz de cortar los pastitos de la vía en la otra y agrede nuevamente al Jefe de la Estación espetándole audazmente:
Por entonces y de acuerdo a viejas concepciones de conducción de los grupos humanos organizados en estamentos más maduros que una horda , tribu o clan, en aquellos períodos de cuestionamientos a la autoridad,-ahora más estructurada intelectual y académicamente con las Nuevas Ideas del Liberalismo dieciochesco- había surgido toda una literatura política levantisca que no podía escapar al espíritu poético de convulsivos días por tantos objetores de conciencia. Dominaba entonces el racionalismo como filosofía y, en el terreno de la oratoria y de la literatura, un romanticismo emocional que hoy nos suena algo exagerado, cuando no cursi. Artigas en su discurso inaugural de Tres Cruces -lugar extramuros de Montevideo, por donde hoy está la magna Cruz del Papa- ambientó ideas directrices del pensamiento político que se plantearían en Buenos Aires, sede de una Asamblea General ( por integrarse con de todas las Provincias del ex Virreinato) y Constituyente ( por sus propósitos etéreos de elaborar una Carta Magna). Se procuraba clarificar ideas sobre cómo organizar los territorios ya casi liberados del poder hispánico borbón. Artigas en su afán de convencer en torno a la singularidad de sus conceptos personales - razón de todo orador- llega a decir que el llanto de las mujeres orientales, por los sufrimientos padecidos durante el gobierno español y las agresiones invasivas de los portugueses bandeirantes, habían inundado con torrentes de lágrimas el caudal del río Uruguay. Las violencias eran verdaderas...pero el lagrimeo, se nos imagina asaz sobrenatural, pese que encajaba en el estilo metafórico de un imaginativo romántico (¿Artigas o su amanuense don Miguel Barreiro?)
La Asamblea de Buenos Aires había solicitado a los orientales, como al resto de las provincias platenses, que dictaminaran si estaban dispuestas a reconocerla, demostrando la petición un afán centralista y recio a coercitiva tapa cerrada
Artigas, ya era el Jefe de los Orientales desde el 10 de setiembre de 1811 nominado a cielo abierto en la Quinta de la Paraguaya, mediante elemental acto de reconocimiento, simple, primitivo, pero de legitimidad imperativa tan garantizable como puede ser cualquier plebiscito actual para elegir un Gobierno contemporáneo, moderno y complejo en este 2007. Con ese rango de mandatario el General instruyó a su gente de la situación que se vivía en la región, detallada párrafos arriba.
Fue entonces que expresó la célebre fase que inspirará, por los décadas de las décadas democráticas, no las del imperium del facto, discursos de políticos, inscripciones al molde en Palacios Legislativos y monumentos históricos reivindicativos de antiguas gestas:”Mi autoridad emana de vosotros y cesa por vuestra presencia soberana”.
Pero no siempre Artigas fue tan estricto en el cumplimiento pragmático de su aserto.Y era lógico pues, como Jefe de una Revolución en marcha, no puede atenerse siempre y en todos los casos a contemplar ese género perverso de individuos que consuetudinariamente ponen palos a la rueda y son, también, partes alícuotas de una “presencia soberana” poseedora por tanto de derechos y opiniones. Cuando estalla una Revolución verdadera, no se juega a las palabras bonitas. Ni a las actitudes corteses con patronos de sordideces. Hay que elegir. Como procede un pescador: tarariras a un lado, bagres al otro.
En esa misma asamblea de Tres Cruces, Artigas, se insiste, Jefe de los Orientales con autoridad real asumida, frente a la disyuntiva de si se debe elegir por “obediencia” o por “pacto” a la Asamblea de Buenos Aires, opta ,vehementemente, ante su pueblo reunido y armado, por la segunda. Todo Pacto supone condiciones a respetar recíprocamente entre los acordantes.La obediencia es sumisión. Supieron los “tricruceños”sin ambages cómo pensaba sobre la Revolución su líder caudillo.. Después, ¡se mandó a mudar! del lugar a la espera de los acontecimientos que imaginó positivos a su influencia. Resultado: Se votó por el reconocimiento que deseaba, por ¡Pacto! Faltaría más...
¡Notable Artigas! El que tiene poder legítimo debe ejercerlo, está obligado. De lo contrario es un renunciante de responsabilidades contraídas libremente ,más aún en horas difíciles que exigen del mayor compromiso. Una mitosis muy compartimentada debilitaría el mando y termina en que nadie dirige. También el ejercicio de una delegación de atibuciones resulta muy flexible y alienta caos, anarquía, conflictos intestinos, fragmentación de los mandos, colchas de retazos, y entropía demoledora de cualquier sistema, serán las consecuencias inevitables de una previsible desintegración colectiva de la fratría popular. Artigas sufrió en la Crisis del Año 20 esa debacle y terminó su leyenda eterna en el Paraguay. Siempre tendrá que mandar alguien, sea en unipersonalismo o en colegiado, pero jamás podrán hacerlo todos, y menos aún ¡ninguno! Así es y no de otra forma..Todos podrán querer ser poetas, pero no todos saben pulsar la lira. Intentarlo producirá histerias y regresiones entorpecedoras a alegatos superados..
Hoy por hoy corren vientos de querer minimizar la autoridad mayúscula del gobernante que tiene y goza legítimamente del mayor caudal de soberanía delegada. Viene un segundón de la corte ganadora, incluso sometido a jerarquía y le dirá olímpicamente al Jefe de la Estación ferroviaria: -“Salga de ahí que yo ordené por donde debe pasar el tren. Lo suyo queda revocado”. Y tras cartón viene otra ferroviaria, con martillo en la mano y hoz de cortar los pastitos de la vía en la otra y agrede nuevamente al Jefe de la Estación espetándole audazmente:
-“ Ese pasajero execrable que Ud. ordenó viajara en el primer vagón, no puede subir”.
Así no puede funcionar ni prosperar ninuna compañía de transporte. O la que sea. Téngase y ejérzase el poder. No se lo deje flácidamente mientras lo posea legítimamente, aunque subalternos de rango - no la totalidad del grupo accionista- se reúnan perezosamente y altivos a tomar ilex paraguayensis con matera de cuero y escrotos taurinos en un Comité de fundamentalistas e intenciones pecaminosas.
Artigas, cuando jefecitos de estación se rebelaron, les dijo ¡Adiós! Se fue con los fieles más “infelices”. Refundó el Poder y produjo algo grandioso que se llamó Liga Federal. Trocó una gastada “presencia soberana” por otra “presencia soberana”ennoblecida y construyó así ,en cinco años, la más formidable organización democrática que han tenido estas tierras desde ayer hasta ahora. (Hoy en aquellos ex territorios federales artiguistas allende al río, mandan increíblemente piqueteros y no el Presidente). Pero venció la traición piquetera. Venció Caín, que por duro perdura, tanto que hasta el hijo predilecto de su estirpe, llamado ¿ saben?, ¡Matusalén! se glorificó en el mando. Pero alguna vez ganará el bien abélico.Falta poco.
Artigas, cuando jefecitos de estación se rebelaron, les dijo ¡Adiós! Se fue con los fieles más “infelices”. Refundó el Poder y produjo algo grandioso que se llamó Liga Federal. Trocó una gastada “presencia soberana” por otra “presencia soberana”ennoblecida y construyó así ,en cinco años, la más formidable organización democrática que han tenido estas tierras desde ayer hasta ahora. (Hoy en aquellos ex territorios federales artiguistas allende al río, mandan increíblemente piqueteros y no el Presidente). Pero venció la traición piquetera. Venció Caín, que por duro perdura, tanto que hasta el hijo predilecto de su estirpe, llamado ¿ saben?, ¡Matusalén! se glorificó en el mando. Pero alguna vez ganará el bien abélico.Falta poco.
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