jueves, 31 de julio de 2008

A Nos, el más Fino y Sabio de Todos los Musicólogos.

Por favor ¡qué venga a nos el más selecto y sapiente de los musicólogos y descifre el encanto de la tonadilla del flautista de Hamelin para encontrar una réplica que ajuste nuestras vigentes desafinaciones malditas!
El Bartolo medioeval- no sé si su flauta mágica tenía o no un agujero solo- pero aquel instrumento digno de Masías, Orfeo o de Apolo, junto al buen labio del artista, atrajo a todas las ratas pestíferas del país hacia el mortal precipicio, salvando la ciudad a cambio de un pago por el prodigio que luego no le fue retribuido por los veleidosos traidores contratantes del pacto salutífero.
Bartolo, insensible y pragmático, en gesto vengativo lanzó a los aires los sones de su viento cautivante y esta vez fueron los niños del pueblo los que marcharon rumbo al fatídico despeñadero del lugar.
Y ahora sí que pagaron los estafadores la deuda contraída para evitar la mórbida debacle de sus hijos y nietos.
¿Cuál es la música que sirve para exterminar columnas, parcialidades y falanges rateras?
Seguramente que no será la misma que seduce a niños inocentes.
Aunque muy próxima la melodía que agrada a los roedores, a la que también deleita a los estafadores de la palabra y el verbo empeñado.No más de un bemol marcará las diferencias donde cupieron, además, los que olvidaron lealtades y salieron a buscar nuevas alianzas sin evocar los compromisos de tiempos victoriosos en aras de una venidera plancha electoral de incierto y enlodado pronóstico.
Pobres niños. Se salvaron de una…pero ¿los “chiquitos que vienen”? ¿qué será de ellos en tierra de raterías, estafadores y traidores, ya sin el pan debajo del brazo que traía cada criatura oriental con su nacencia, trocado el alimento sagrado en una deuda externa que no generaron, que viene del largo ayer, del hoy irresponsable y sus cuotas comprometidas al FMI hasta más allá del 2030.

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