Retornar al magisterio de Carlos Vaz Ferreira
Respeto y admiro la alta capacidad intelectual de los Dres.Gonzalo Aguirre Ramírez y Leonardo Guzmán (¡¿quién no?!) y , de ella, los respectivos radares periodísticos para situar hechos y circunstancias de relevancia, tal proce-dieron con la reciente reivindica-ción evocativa del Dr.Carlos Vaz Ferreira al cumplirse el cincuentenario de su fallecimiento.Señalaron en paralelo la insigne capacidad del pensador por un lado y, por otro, denunciaron cierta amnesia colectiva del país en mantener fresca la lozanía de su liderazgo catalizante de pensamientos ponderados desde la lógica, la pedagogía, la filosofía , la metafísica y la política.
Creí captar en sus concatenados discursos un obituario de muerte dual en los sendos mensajes de los dos brillantes escribas: la biológica y la del olvido activo, ubicable dentro de un marco simétrico de alabanzas y tristezas de adolescencia por el decadentismo de una sociedad que no acredita honores reales a sus próceros auténticos, caso del insigne autor de Moral para Intelectuales, Lógica Viva y Lecciones de Pedagogía entre otros prodigios de anaquel predilecto.
La Enseñanza tuvo, también un actitud de perfiles enfrentados hacia el sabio desde cátedras prestigiosas.Unas se definieron por la fiscalía acusadora que menoscababa al “pensador burgués” con todo el rifirrafe de sus códigos protestatarios marcando críticas inmisericordes desde el primer capítulo. Era entendible. Para quienes manejan determinismos dogmáticos, casi teogonías laicas, que alguien fomente la duda, discuta liderazgos de profetas consagrados por absolutismos y se transforme en un perdiguero sagaz de gazapos y sofismas, el hombre tenía que molestar las circunvalaciones de cerebros unidimensionales.
No obstante, en cierto niveles escolásticos, creemos sobre todo en el magisterio de la formación docente, Vaz Ferreira enseñó sobre los riesgos de pensar congeladamente en base a sistemas o ideas; a considerar que la metodología debe andar a veces respetando escalones, con graduación en el avance de los contenidos y, en otros, por “penetrabilidad” buscando lo “parcialmente inteligible” que luego renacerán en atributos más profundos y fermentales; en los tropiezos de la "falsa oposición", de la falsa sistematización; en percibir los riesgos de debilitar una buena premisa por exagerarla en su aplicación; en anotar el juego de los pro y de lo contras de los exámenes; en transformar una discusión en bizantinismo inútil a partir de no haberse puesto de acuerdo los contendores dialécticos sobre la palabra que fue consigna del contencioso y la posterior razón de sus sinrazones mutuas.
Ciertos grados de incomprensión dieron a la vida del filósofo cierto dulce escepticismo, pero jamás respuestas de renuncias elusivas frente a los problemas, sobre todos los de sucesos prácticos y cotidianos.
Hoy el Uruguay, que vive el apogeo del verso que se recita, pero no el que se vive según se le proclama en el confesionario de la sinceridad, merece que renazca el dr.Carlos Vaz Ferreira con la luz del análisis y de la síntesis. La inopia está a la orden del día como el engendro de calibanes y talibanes. El hombre de Fermentario advierte, sereno, otra vez, si se le lee, sobre los riesgos de la libertad y el determinismo.
Es cierto sí que los uruguayos, más inconscientemente que a plenitud racional, quizás a intuición, hemos seguido en momentos cumbres de nuestra aventura existencial, el pensamiento del maestro que desbrozó el camino tortuoso de ortigas y flechillas.
Pero nuevamente hay espartillos y cardos.Muchos se han dado cuenta. No todos.
Creí captar en sus concatenados discursos un obituario de muerte dual en los sendos mensajes de los dos brillantes escribas: la biológica y la del olvido activo, ubicable dentro de un marco simétrico de alabanzas y tristezas de adolescencia por el decadentismo de una sociedad que no acredita honores reales a sus próceros auténticos, caso del insigne autor de Moral para Intelectuales, Lógica Viva y Lecciones de Pedagogía entre otros prodigios de anaquel predilecto.
La Enseñanza tuvo, también un actitud de perfiles enfrentados hacia el sabio desde cátedras prestigiosas.Unas se definieron por la fiscalía acusadora que menoscababa al “pensador burgués” con todo el rifirrafe de sus códigos protestatarios marcando críticas inmisericordes desde el primer capítulo. Era entendible. Para quienes manejan determinismos dogmáticos, casi teogonías laicas, que alguien fomente la duda, discuta liderazgos de profetas consagrados por absolutismos y se transforme en un perdiguero sagaz de gazapos y sofismas, el hombre tenía que molestar las circunvalaciones de cerebros unidimensionales.
No obstante, en cierto niveles escolásticos, creemos sobre todo en el magisterio de la formación docente, Vaz Ferreira enseñó sobre los riesgos de pensar congeladamente en base a sistemas o ideas; a considerar que la metodología debe andar a veces respetando escalones, con graduación en el avance de los contenidos y, en otros, por “penetrabilidad” buscando lo “parcialmente inteligible” que luego renacerán en atributos más profundos y fermentales; en los tropiezos de la "falsa oposición", de la falsa sistematización; en percibir los riesgos de debilitar una buena premisa por exagerarla en su aplicación; en anotar el juego de los pro y de lo contras de los exámenes; en transformar una discusión en bizantinismo inútil a partir de no haberse puesto de acuerdo los contendores dialécticos sobre la palabra que fue consigna del contencioso y la posterior razón de sus sinrazones mutuas.
Ciertos grados de incomprensión dieron a la vida del filósofo cierto dulce escepticismo, pero jamás respuestas de renuncias elusivas frente a los problemas, sobre todos los de sucesos prácticos y cotidianos.
Hoy el Uruguay, que vive el apogeo del verso que se recita, pero no el que se vive según se le proclama en el confesionario de la sinceridad, merece que renazca el dr.Carlos Vaz Ferreira con la luz del análisis y de la síntesis. La inopia está a la orden del día como el engendro de calibanes y talibanes. El hombre de Fermentario advierte, sereno, otra vez, si se le lee, sobre los riesgos de la libertad y el determinismo.
Es cierto sí que los uruguayos, más inconscientemente que a plenitud racional, quizás a intuición, hemos seguido en momentos cumbres de nuestra aventura existencial, el pensamiento del maestro que desbrozó el camino tortuoso de ortigas y flechillas.
Pero nuevamente hay espartillos y cardos.Muchos se han dado cuenta. No todos.
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