miércoles, 9 de enero de 2013

El Padrecito Prunés, Enseñaba Física liceal…¡cómo Dios y Comenio en la pedagogía experimental!




* Lo conocí en el céntrico Liceo No.2 “Luis  Alberto Zanzi” de Mercedes, casa vieja y casi fundacional  de  la educación media pública en la ciudad por el glorioso 1912 de la democratización en la educación popular,  al que le pusieron a los años un “2” identificatorio por razones de administración burocrática que, el “No.1”, se lo llevó  muy después un moderno edificio de estreno por allá, muy cerca del río, inaugurado a principios de los años 60. Este Liceo  vino orgulloso  hasta con un Plan Piloto. Resultó  un fiasco pese a sus buenas intenciones, camino del infierno de la improvisación programática ideológica de quienes por entonces hacían alardes  de ilustres reformistas, sustentados desde sus auto preciadas cátedras solventes.
Pese a que hay más medios que ayer, creo que los docentes de antaño se precupaban  más de
 enseñar las Ciencias exactas a nivel liceal por la via de la experimentación. En ese
serntido el Prof.Fernando Prunés, cura en su actividad particular, era un notable y gran formador
de la  imprescindible visión que hermana indisolublemente la Teoría  con la
Practica, jerarquizado a ésta como hoy quizás no. Las frontalidades univía oral  de
la didácticas caducas, son las responsables en su medida -hay también otro factores- de tanta
repitencia,deserción y extra edad en Educación Secundaria.
Los dos cumplíamos la misma tarea  docente, nada más que en asignaturas diferentes.
Él, en un ciencia exacta, la Física.
Yo, una social, Historia.

Él  metido en el método experimental con mil aparatos caseros y manipulaciones sorprendentes. Yo en  hipótesis  y  doctrinas  veleidosas y cambiantes de sabihondos, según las modas y apetencias contingentes del tiempo que se viviera, mirando de soslayo el correr de la bocha que se deslizaba por la cancha de conchillas en las incipientes convulsiones política afines a los años sesenta.
Dos circunstancias  más nos separaban  a partir de aquel ejercicio magisterial y común con servicios  enseñantes hacia adolescentes: Era cura católico…yo mero creyente sin mayores afanes de compromisos eclesiales desde la liturgia. Era, además, el sacerdote profesor  bastante veterano con respecto a mí que yo aún jugaba en la selección de Soriano de básquetbol y me daba, junto a compañeros de generación, el deleite  de salir campeón de la nación o del interior paisano en la disciplina del cesto y del emboque.
Hacia pues dos apostolados mi compañero de trabajo.Rector de sus aulas pedagógicas y desde la navecilla humilde, pobre , de la barrial Capilla San Juan en la comunidad proletaria del sur urbano. Quizás su sueldo profesoral iba con destino a sus menesterosos parroquianos. Siempre lo creí, aunque nunca se lo pregunté.
Lo llamábamos en el Liceo, no “profesor”, sino que jerarquizábamos en la nominación la vocación religiosa. El era para todos, fuesen colegas o alumnos -creyentes, ateos y agnósticos- el Padrecito Prunés. Su nombre ya se me olvidó, quizás Fernando, no el apellido, y menos las razones y sentimientos de su cerebro y de su corazón. Nunca nos preocupó que llamarlo “Padre” en la laica institución, fuese “un atentado a la laicidad” por recaer en  quien incluso portaba sotana y la cruz del Resucitado dentro del Liceo.  El azabache  atuendo polleril había desaparecido desde el uso del vestuario por  otros ministros sagrados  de la Curia y Diócesis de Soriano en la convivencia comunitaria  fuera del templo, tiempos de  las reformas del Concilio Vaticano 11.
En el exiguo recreo inter clases  de cinco  minutos a veces, en otras de diez, preparaba sobre la imponente sala de cedro de los profesores en descanso, sus petates para ver si salía bien en el apretamiento didáctico  una práctica del “realismo pedagógico” comeniano  o de John Dewey a presentar  en su hora posterior con virutas ferrosas que  dejaban,  papel por medio, un diseño de campo magnético por la acción de un doméstico electroimán. O unos carretitos de madera  de costurera vacíos, sin hilo, que  los hacía salir de su inmovilidad de origen. Pero terminaban moviéndose sobre un planito inclinado hacia arriba cuando, la “lógica” vulgar del desprevenido,  indicaría  que deberían descender… salvo que en el ignorado juego de fuerzas contrapuestas que insertaba en el juguetillo tecnológico, la gravedad  se aliaba  a favor del ascenso con el resultado inesperado para el observador lego.
Todos los demás profesores quedábamos absortos mirándolo y aprendíamos Física experimental y ciencia desde la vida, a pura casualidad vestida de negro…
Cuando uno se ponía a meditar, reflexionaba:¿Por qué cada cuál  aprendió  ya adulto y de contingente casualidad con el Padrecito estos principios de una ciencia que todos habíamos tenido  curricularmente cuando fuimos  liceales y no en aquel período de nuestra  formación juvenil ? Idéntica era la situación reflexiva, supongo,   que vivían mis coetáneos  docentes, mirando  y admirando a Prunés.
Dos pueden haber sido las razones.
Una que haya estado desatento cuando era liceal y no siguiera  con la ponderación necesaria la Física de mis maestros. Todo deba atribuírsele entonces  a mi culposo precario aprendizaje y responsabilidad estudiantil..
¿Otra?... que haya sido un asunto no tan de aprendizaje, sino  de enseñanza por ausencia del método específico, siendo así que los responsables de la cátedra en ciencias exactas  no usaban en su medida adecuada la metodología práctica  o  no les interesaba  la experimentación en  laboratorios, apostando solo a las clases light, frontales… más dormideras que infusión de amapola durante aburridos 45 o 90 minutos  de nadas….
No sé. Pero por lo menos, a la distancia me desahogo y lo planteo cuando escucho tantas veces alabanzas  cuasi míticas a antiguos  docentes del ayer en contraste con la precariedades  constatables de los actuales que solo “sacan” repetidores y desertores del sistema enseñanza media, con respaldos confirmatorios de diagnósticos del tipo Pisa. Y en la incontrastable  multitud  callejera de las precoces y vencidas generaciones adolescentes denominadas Ni-Ni. ¡Pobrecitas ellas…y el Uruguay!

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