La razón del
trabajo es producir
bienes los que
no son como el oxígeno ¡gratuito! que, con solo respirar, la Naturaleza, sin costos, nos lo ofrece.
Una papa o un
zapallo hay que producirlos con
Trabajo
( arar, sembrar, cosechar, distribuir y evitar que alguien se lo robe
implementando medias de seguridad, etc).
A la papa o al
zapallo hay que
transformarlos para
poder satisfacer la necesidad alimentaria y , respectivamente, trocarlo en el caso del tubérculo en
“papas
fritas” (¡qué ricas!).Y
en el zapallo, exquisito
dulce almibarado.
Los bienes son
Primarios si los tomamos tal cual salen de los campos,
como la papa y el zapallo.
Un campesino
plantador es un productor Primario.
Secundarios si los transformamos en dulce o en frituras. Un chef o un cocinero está en el
orden Secundario de la producción
pues cambia la naturaleza del bien….que no se puede comer crudo, tal el caso
expuesto de la papa.
El policía que
vigila el restaurante, o el bombero que evita se expanda un incendio -si acaso
estalla el foco ígneo en la cocina-
no
toca para nada la esencia del dulce de
zapallo. Lo protege y está entonces en la escalafón de Productor Terciario. Es
tan terciario, tal lo son los políticos, los bancarios, los docentes, médicos y
enfermeros, etc. Trabajan, pero no transforman la esencia material del bien que tienen entre manos. ¡No producen,
técnicamente, bienes, ni los transforman!
En estos días, se elabora el
Presupuesto Nacional del
país en medio de disputas. Los políticos –
todos ellos terciarios- determinaron
que hay que doblar la asignación de sus tareas gubernamentales entre los
jerarcas de SERVICIOS DE ALTO RANGO DEL ESTADO. Pongamos integrantes
de Entes Autónomos y Servicios Descentralizados, etc.,etc.Se insiste: No producen bienes; hacen servicios. Todo en medio de la
Necesidad de Ahorro para racionalizar la conducta de
gastos de un país portador de una muy alta deuda, déficit fiscal, regresión de
la producción y una pandemia….y ciertos grados de agitación social.
-Lo
cierto es que los terciarios del Gobierno cupular, mejorarán su condición de
subsistencia.El fundamento es razonable. Los servicios del Estado tienen que
ser dirigidos por expertos para que no cometan, por ignorantes, chambonadas
que luego resultan muy caras, onerosas y delincuenciales según casuísticas.Si no se les paga bien, serían absorbidos
por la actividad privada…..y usufructuarios de esos sueldos altos, en comparación con el resto
de los trabajadores, no serían imbuidos a cometer felonías que, en el orden legal penal, son formas
diversas de la corrupción . Se tipifican ellas dentro de una larga serie de
delitos.
Se parte de una
idea de presunción maligna por el
legislador, aunque no se confiese a
fundamento abierto:
Si no se les paga con abundancia a esos funcionarios públicos, robarían. O
abandonarían el cargo para el que
estarían dotados -de hacer buena gestión- y se traería a ignorantes de
calidades confusas, pero siempre precarias….y muy peligrosas para la sanidad de
las finanzas y la economía de la nación.Pero nace una
pregunta:¿Y dónde está el ahorro
proclamado que hay que atender y exigir en tiempos de crisis como
el que vivimos? Se cortarán gastos
superfluos y prescindibles, tal ciertas
ONG’s infuncionales que han dado resultados deficitarios en todo sentido, con fuga clandestina de capitales no
destinados a su objetivo normativo. Abuso de vehículos oficiales….viáticos para
revistas y diarios….control de absentismos laborales ….certificados de
enfermedad desconfiables…etc.,etc.
Así es la cosa.
Los políticos productores terciarios del país, los altos gobernantes, mejorados sus
sueldos para tener solo capaces en la
gestión y a su vez evitar gastos, presumibles
sinecuras y privilegios, valga el hipérbaton. Se supone, entonces, que los
políticos rectores de los Servicios Públicos no usarán ahora del organismo
que dirijan la
“tarjeta corporativa”
para gastar para si lo que solo
corresponde como insumo exclusivo estatal, es decir público; no
personal, individual, ni extra cargo.
La
población en tanto polemiza sobre la medida del aumento a los productores
terciarios políticos de sus sueldos mientras las caravanas de protesta de
otros trabajadores se incrementan. En lo personal advierto que hay razones del
aumento pero que ellas se transforman en promotoras de eventuales felonías si
no se acompañan con los argumentos cautelares
dados de mejorar la eficiencia estatal con decoro y probidad republicana por los actores beneficiados y encargados de administrar la riqueza
nacional.
La
incertidumbre me aprisiona. Y adopto la
posición filosófica del escepticismo. “Por sus frutos los conoceréis”.