jueves, 18 de junio de 2009

Hace más de 115 años.


Juan Zorrilla de San Martín

Hace ya más de 115 añosen 1892- el ilustre uruguayo don Juan Zorrilla de San Martín, por honor al mérito, investía la representación de toda la América hispánica con un discurso inolvidable al celebrarse en el español Convento de la Rábida el cuarto centenario de la epopeya náutica de Cristóforo Colombo.Toda la emocionada hispanidad estaba allí representada, frente a los protectores muros que ampararon la saga colombina de 1492.

Pocas veces hubo palabras tan bellas y oportunas como aquél canto general de la joven latinidad hacia la madre patria, medioeval en su fe, y renacentista en el afán heroico y terrenal que la impulsaba, ofrendándose, con verbo sagrado, la colectiva veneración continental de la prole de naciones mestizas.Hasta perdonable resultó la iluminada licencia del poeta cuando tuvo el desliz de distinguir su preferencia oriental en pleno compromiso discursivo plenipotenciario, que debía ser formalmente de galana neutralidad cuando pasaba revista oral


…”y por fin destacándose para mi alma de todo el grupo, como luz en la luz, como si el azul fuera un azul recién creado, como si movimiento en el aire fuera personal y señorial como ninguno, veo, conmovido, resplandecer el sol de mi Uruguay sobre sus franjas bicolores. Veo que esa bandera se desprende de su grupo aéreo, se adelanta hacia mi, como mi señora…y siento que mis rodillas se doblan, que mis ojos se humedecen, que mi garganta se anuda. No me reprochéis, oh, hermanos de la patria ibérica, esa es mi debilidad. Vosotros lo habéis sentido como yo, habéis sentido como yo cuando he marcado con la mano vuestro pabellón…mi voz ha resonado en vuestras cabezas, ha brillado en vuestros ojos, ha recorrida en la piel de vuestra carne habitada por el espíritu”.

Más de cien años pasaron de aquello por voluntad de Cronos. Más de cien años también se sumaron a la adolescencia del Uruguay. Años que trajeron firmezas a la consolidación del sentimiento nacional que refunde en un sincretismo cultural los diversos legados germinales y fundacionales del alma hispánica con el tenue indigenismo de la tierra chaná-charrúa y las posteriores influencias inmigratorias de otras etnias, africanas y europeas de distintas procedencias y tiempos.

Pero Uruguay es la patria y España la madre patria.”Y las patrias no se eligen, se quieren”, diría el gran nacionalista Luis Alberto de Herrera. Lo más vital, lo más permanente, lo más característico, las virtudes más excelsas, los defectos más notorios de nuestras idiosincrasia, vinieron en las naves de Colón y de Solís, de Gaboto y de Mendoza…y en el casco marinero de “Nuestra Señora de la Encina ¡para quedarse!

Acallemos piadosos los ácidos tintineos de las señales de alarma que incubó tantas veces injusta leyenda negra anti española, exagerada, parcial e interesada.
Reconozcamos sí que el individualismo anárquico del conquistador castellaño o leonés-reaccio a formas de autoridad impuestas o arbitrarias- ha dificultado en sus herederos generacionales la liberación íntima de someterse voluntariamente a guías de orden y respetos artificiales. (Aunque acaso ¿no ha sido esa “deficiencia" el vientre de tantas y santas rebeldías libertarias?). Aceptemos que la fecunda prodigalidad de América – contrastante con las arideces socio económicas que expulsaron a gallegos, vizcaínos o andaluces- generó rasgos de comportamientos proclives a la rapidez de la riqueza fácil por la vía de ambiciones groseras, amor al juego y sus ludopatías, explotaciones serviles y ciertos desapegos al trabajo sistemático. (No obstante España fue capaz-¡y sólo ella!- de levantar mil ciudades, poblar montañas y llanuras, costas y selvas, fundar Universidades, procrear las bondades de los fray Bartolomé de las Casas, la sensibilidad de Sor Juana Inés de la Cruz, la fraterna solidaridad por los infelices de Miguel Hidalgo, de Morelos y la impar de don José Artigas, apostar siempre a la digna chance de la Libertad contra los reyes absolutistas del Leviatán o pueblos opresores si así fuera necesario.)
Y lo fue.
Busquemos pues los rasgos inequívocos de la herencia española en su visibilidad más evidente, en la aparente oscuridad de los mimetismos sociales o del costumbrismo más arraigado que, por tal, oculta la fuente del que mana.
Encontramos la identidad nacional de una patria -que es la nuestra- mecida en cunas de manos canarias, en galopes extremeños, arrullos de Soria, fatalismos moriscos, sabiduría de Compostela, autonomía aragonesas, fatigas felices por el camino de Santiago y en las heroicidades del hombre de Vivar que luego cantó con los Machado, León Felipe y Miguel Hernández.
De esa manera la tumba de los viejos padres peregrinos descansará en paz.



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