Vidas Dramáticas y Sublimes de mi Pago Natal
Aquel
pago estaba situado mucho más allá de las Columnas de Hércules en brusco giro a babor, tan brusco como
extenso resultaba navegar hacia los
confines que en diagonal marina
llevarían al ignoto Meridión. Quizás por ello los dioses permitieron que
la vaga y perimetral existencia de los
hombres y mujeres que habitaban la comarca de Soriano, recibieran, frente al
ajenizado ostracismo del Egeo, la merced de recrear su propio destino de
mortales sin mayores injerencias celestiales.
La perenne águila que castigó la soberbia digna del valiente Prometeo, guardó
recato en la torre olímpica y carcelar
de las prisiones infames con que se purgan
habitualmente arrebatos de lesa
divinidad entre los hombres. Los inmortales prepararon donosos el escenario para
extraerlo del caos original. En costas de médanos áureos, Afrodita volvió
en la espuma salitral de
Poseidón, mientras Deméter recorría
solitaria el lujurioso llano de praderas
vírgenes portando el sagrado aliento que fortalecería los trigales uruguayos
del porvenir. “Parece cosa de milagros!
Cómo crecen y dan hasta dos cosechas las semillas!”, escribiría luego a su padre español el grumete Luis Ramírez al servicio de Sebastián Gaboto cuando el
aventurero fundó en 1527 el Fortín del San Salvador, cercandanzas de
la actual Dolores. Un suspiro de Atenea fue néctar y ambrosía para aromatizar los brindis en los futuros banquetes del episteme
laico de reflexionas doctas. Apolo
cabalgaba feliz con su cítara y carcaj sobre Pegaso, precursor egregio del
humilde Francisco, amansando lobos silvestres con la intención de domesticarlos en el segundo nacimiento del “Likeum”, liberándolos de barbaries, como a su tiempo ocurrirá con adolescentes púberes. Dionisos en tan magna excursión por la banda oriental
del río Uruguay, se extasiaba
espirituosamente con las bellezas del
Elíseo sureño que elevaba el diagrama
perfecto de una sinfonía de
coronación, vegetal e hídrica. Un cauce
infinito de beldades era aquello junto al fáunico y musical cortejo de gráciles ninfas y sátiros cabríos. El
éxtasis se hermanará luego con el coraje haciéndose en su momento bravío y protestatario Grito de
Asencio en mínimo arroyuelo. Ares había enfundado la espada bélica, enervado y
silente de pulsiones ante el encanto enternecedor del pacifismo bucólico que
animaba el soriano paisaje terrenal, ahíto
de caracoles y pájaros pintados. Los nativos de la región del río Hum
crecieron bajo la advocación de los
dioses itinerantes. Su ethos
colectivo se formó en ponderaciones de cadencias de moderación, anunciadas
primigeniamente en las tibiezas charrúas y chanáes. No parecían ellos
fanáticos ni fundamentalistas, aunque a veces el pathos personal
incitara al descontrol del negro y brioso bagual dionisíaco, contenido no
obstante por el blanco corcel de la razón apolínea en esa unidad de pesos y
contrapesos que les dio identidad.
Frente a las iniciativas de agresiones ajenas, respondieron tonantes como el estremecedor trueno de los vientos pamperos.
¿Qué pasó de
pronto como si la cólera de Aquiles
volviese acarreando funestos males y el Hades fue lastimosa visión necrológica de vivos y de muertos? Duelen aún las
consecuencias. Discordia trajo calamidades dejando su refugio. Ares,
ensañamientos...y estalló el orden constitucional en 1933...o en el 73 del
cercano siglo anterior. Caos promovió desórdenes en la complejidad del mundo y la belleza
renunció a todo tipo de estética: trucados fueron los estilos de extraviadas
experiencias por desnorteadas vanguardias. Cronos, el Tiempo-insensible- fagocitó vil otra vez a sus hijos de la Tierra.
Sin embargo tras la penitencia reapareció la calma augusta para que en los nidos de antaño volvieran
pájaros hogaño y se repitiera el orden
cósmico de los ciclos giratorios.
¡Retornó Proserpina a regalarnos nuevas
primaveras! Miserere. La Esperanza anda ahora entre nosotros, aún libre de
Pandora. Evoquemos en su alegato resplandeciente gratos sucesos de nuestro pago oriental sorianense, nutriente de la raza mestiza de
las coordenadas fluviales del Uruguay, el Negro y el San Salvador con el arroyo
Grande, cuadrilátero mágico y verídico.
No lo conocimos personalmente, solo por cuitas y registros del artista fotógrafo Armando López sobre una vida cargada de acción patriótica, folclórica
y romántica. También trágica. Su nombre: solo Curti, que el resto de la cédula se perdió, tal cual él mismo cuando se atrevió a enfrentar una de las recias y
encorvadas crecientes del río Negro. De
ello, ya algunos años atrás. El viejo
Hum embestía célere con furia de invierno, lomo encrespado. Y se llevó al amigo, cuestión de tenerlo cerca en eternidad conjunta, que los dos eran uno. El
entierro fue en la propia canoa y el
cadáver entregado a los hombres, muy poco después, en una playa rivereña. El alma quedó en las aguas y
en la floresta del paisaje natural, la que tanto quiso y amó Curti.
Los uruguayos hacemos un altanero y provocativo
desprecio de los dones y de la riqueza
potencial que se nos ha concedido
por merced aún no sabemos de quién. Ni el modernismo ecológico, hecho ciencia
curricular, modificó conductas. El caso
de las Islas del río Negro constituye un
ejemplo del pernicioso lujo que resulta
inadmisible para nuestras estrecheces. Ni arboricultura, ni industrias extractivas,
ni pesca, ni leña, ni turismo -pese a que estos dos últimos temas mitifican propósitos jamás cumplidos que adornan discursos mentirosos- han
seducido. Apenas arenas para la construcción arquitectónica, extraídas a palas sanguíneas
o con chatas motoras. Sin embargo Curti
descifró como pocos todo el enigmático abecedario cósmico terrenal cuidando las islas sin materialistas
afanes contractuales desde el anonimato
de su condición de funcionario de la
Dirección Forestal. De repente fue su excusa para vivir en simbiosis con la
naturaleza. Existencia sencilla y frugal. Profunda. A lo Diógenes....y la compañía
de un perro fiel. En la ínsula “Pichón”
montó su vivienda sobre tanques flotantes.
Con el machete combatió las malignas
ponzoñas de víboras, alimañas y de peligrosos y traicioneros depredadores bípedos.
Plantó árboles marcando presencia
humana en ese escenario de vigorosa y
desordenada fecundidad silvestre. Aprendió
geografía sin ir a la cátedra de
Chebataroff, Giuffra y Di Leoni y además las características de río de penillanura y de aluvión agrícola del Negro. Bello río!
Había que hermosearlo más con acuarelas
edénicas y trinos, tal se embellece una
novia con flores y caricias.
Obstaba para ello ubicar un incipiente banco de arena natural; plantar
allí un pie de sauce criollo o de la variedad llorón .Y luego esperar y
celar con vigilias la obra. Las raíces del llorón aglutinaban el silicato en lucha por la vida. Se juntaban en su torno más
arenas y sedimentos humíferos, más hojas, más oxígeno para el laboratorio
clorofiliano, principio nutricio esencial de la Creación. El río quitaba sed y
arrimaba más y más montículos y energías.
Así nacía en el lapso entre dos estíos ¡una
nueva isla! Es decir, más territorio para la república. Curti no fue soldado ni
diplomático pero en el siglo XX fue quizás el uruguayo que agregó más superficie
a la soberanía nacional. Cantidad de ínsulas aparecieron ante la hazaña generatriz del fluvial isleño enamorado. Pasaba meses
sin retornar a Mercedes. Un mate, el perro, gratuita solidaridad con los viajeros del agua,
argentinos o uruguayos, constituían el
sagrado transcurrir de sus prósperos y nobles días. Resulta difícil para quienes
tienen hábitos de mecanizada y artificial urbanidad citadina, comprender
vivencialmente hasta dónde llega el
caracú de estas existencias, propiedad de
un raro privilegio, tal el de poder absorber
en universal identidad el gozo de
la Libertad como posesión total e intransferible de lo individual, integrado con lo que nos
rodea desde el alma y desde las cosas germinales. Curti tiene que
haber conocido a Dios, hablado con él en el paraíso de los bendecidos bucles
humeños.
Curti murió como tenía que morir. Las islas
son el impar epitafio de sus legendarias horas. ¿Murió? ¿O también suspira -como dijera
el poeta- en la sonrisa acuosa y vegetal del Dios Padre y de la salvaje primavera con los cantarines efluvios
que pasan por Mercedes y Villa Soriano?
MERCEDES, TIERRA DE ALAS PARA GANAR EL CIELO.
Ha sido la urbe de Mercedes la cuna
propiciatoria de héroes de la aviación.
Buscando alturas encontraron el
sino de la gloria y de la tragedia a un
mismo instante. Desde niños sintieron el llamado de Eolo y de Ícaro y no cuenta
– tampoco les habría importado- que
Melpómene, siniestra, semi escondida detrás
del fuselaje, acariciara para ellos
ensueños funerarios.
Ricardo
Detomasi, Luis Tuya y Luis Gil Méndez, fueron sus queridos nombres.
Ricardo Detomasi cayó el 20 de junio de 1915 en San José haciendo malabarismos, siendo
pionero y primer mártir de la aviación civil en el Uruguay.
En aquel nefasto
invierno, con 24 años, el mercedario asombraba con sus acrobacias en un aparato
de muy limitadas cualidades de
sustentación y maniobra, entre las que
se incluía el looping, superable más
por la habilidad del piloto que por las propiedades aerodinámicas de la nave, motorcito, lona y cuasi alambres.
Conocimientos prematuros por
vanguardista absoluto, garra y coraje, determinaban un cristalino equilibrio eventual de la sinergia. Hasta que
se produjo el quiebre y se aproximó, inexorable, el martirologio. Inolvidable
cuando todo el pueblo, que lo recibió de luto en su ciudad natal, fue una
lágrima común y gigantesca. Solo una lágrima, la más comunitaria que haya visto
la capital de Soriano.
Ricardo Detomasi y su diábolo. |
Luis Tuya. |
Luis Gil Méndez. |
Luis Gil Méndez combatió durante la Segunda Guerra Mundial
bajo la bandera de la Francia Libre del Gral. De Gaulle en los frentes
aéreos del África Ecuatorial con el Gral.Leclerc.
Después pasó a Italia y finalmente fue de los primeros en ingresar y bombardear
territorio alemán en 1945, pronta la liberación
del terror nazi. Ya en el Uruguay, al que regresó con heridas de guerra,
hubo años después en 1956 una recepción
de la Embajada francesa en Montevideo con la presencia de cadetes galos en
viaje de instrucción. Cuando ingresó a la colmada Sala el mercedario Capitán
Aviador, el Gral.Bigot, su comandante en Europa, ordenó a los futuros
oficiales doble fila y sable en alto para que pasara en homenaje
castrense su ex compañero de armas. Luego,
un largo abrazo entre ambos que por lo efusivo sorprendió al propio General Av. Oscar Gestido, invitado, y con el tiempo futuro Presidente del Uruguay
en 1967, que advirtió la diferencia de grado entre los trenzados. El visitante
sacó las dudas:
-“Quand les
allemands et italiens nous jetaient, ils ne demandaient pas qui était le
Commandant de l’escadron ni de qui le sergent” (“Cuando los alemanes e italianos nos disparaban, no preguntaban quién
era el comandante de la escuadrilla ni
quién el sargento”)
CAROLINA LARA, LA PRIMERA BARONESA GERMANA NATIVA DEL URUGUAY Y DE MERCEDES.
Carolina y Emilio. |
¡Vaya con las casualidades, que se dan! ¿Casualidades?... Quizás sí….quizás no.
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