Un Buen "Robo" para disfrutarlo y seguirlo :Los consejos del Dr.Juan Ramón Rodríguez Puppo.
En mi sitio de Facebook coparticipa el Dr.Juan Ramón Rodríguez Puppo.Me encantan sus opiniones,compartibles o no, contrastables o no, pero siempre validamente interesantes. Esta que trnascribo me resultó fascinante pues de repente trasuntaba sucesos de mi propia vida.( Y en el caso es primario que el amor bien entendido hacia el prójimo empoieza por la atención de uno mismo.)
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Juan Ramon Rodriguez Puppo:
Los Tres Asesores. (Cuento urbano)
* Las cosas no andaban bien en el laburo. Yo trabajo por mi cuenta y la vida de un cuenta propista o micro empresario no siempre era muy certera en cuanto a los ingresos que íbamos a tener en un año. Dependía mucho de cuanto contrataran tus servicios, de los clientes que te llamaran para que les hicieras tu laburo y de la voluntad de pago de tus clientes. Es que uno gasta al contado generalmente y la vida profesional te paga en cuotas y por si fuera poco…cuando se le ocurre. Por otra parte los años no vienen solos. A mitad de la vida te vas convirtiendo en un sándwich entre tus hijos, tu pareja y por encima de tuyo tus padres que ya son como cristales y que hay cuidarles porque pronto se te van. Ya no sos ni el sándwich…sos el queso que está en el medio y absorbes toda la presión. Y las cuentas tienen que cerrar. La Ute, la ose, la contribución, las multas, el colegio y hasta alguna ayuda a los viejos pufffff….no siempre tenes los recursos a manos pero te las rebuscas.
Y un día….¡zacateeee….! la salud te pega un susto. O lo que es peor …la falta de salud. En general a mediana edad te crees aún un pibe pero ya no sos. Metiste kilos, metiste canas y te metiste a ti mismo mucho estrés. Demasiado. Pero no te das cuenta. Lo vas enfrentando todo con una sonrisa algún día, con alguna puteada algún otro y con mucho sacrificio. Y el corazón, o la columna o el colón te pasa los primeros avisos y un día pre infartas o te quedas duro de la espalda. Y algunas de esas cosas o todas me pasaron. Casi la quedo y estaba por cumplir los 50 años pero yo me sentía un veinteañero incomprendido.
En fin ..un día entré en el túnel del colapso. Ese que cuando estas ahí no sabes si te vas a ir para siempre o es solo un mal paso pero en cualquier caso es angustia y mucho dolor. Por suerte hoy puedo contar el “cuento”.
Son momentos –las crisis- donde los seres humanos recurrimos a veces a nuestros afectos y otras veces de manera concomitante como me pasó a mi…recurrís a lo que yo le llamo, mis asesores. Esas personas que te sacan de las crisis. En ese momento de crisis sanitaria personal yo tenía a 3 personas a las que acudir:
Por supuesto a mi médico personal, a un sicólogo que años atrás me había ayudado a salir de un pozo emocional y a un amigo que siempre me ha dado consejos respecto sobre qué hacer en la vida. Sobre todo en la vida de negocios. Y fui a verlos a los 3. Primero a mi médico por supuesto. La salud se me había “chispoteado”.
El doctor me reviso de arriba abajo y me mando hacer exámenes rápidos. Se dio cuenta que mi físico se había deteriorado y que si seguía al tren que venía mi corazón además de mi columna vertebral y mi sistema nervioso iba a colapsar del todo. Me dijo:
“Juan lo lamento mucho, pero tenés que parar por un buen tiempo. Generate espacios para vos y para una vida sin tensiones hasta que la salud te vaya dando avisos de mejoras sustantivas si no la vas a quedar”. “Comé sano, se viene el invierno y tenes que quedarte en casa. Aprovechá para leer o hasta para viajar si querés pero cosas que no te estresen”.
No puedo ni contarles lo duro que fue para mi oír eso. Pero no quise quedarme solo con esa recomendación y casi exigencia. Fui a ver al sicólogo amigo. Luego de dos horas y media de extensos intercambios e interrogatorios Diego fue firme conmigo y me dijo:
“Divertite mucho, trabajá solo lo necesario y mantene tu control frente a las frustraciones. No te veo en tu casa mirando tele..vos sos un tipo que te alimentas no solo de tu trabajo sino de lo mucho que te gusta estudiar para hacer bien tu trabajo. Tenés que pensar que no sos la única persona en el mundo que puede resolver los problemas de los que están alrededor tuyo. Deja pasar mucha cosa y agarrá solo lo que te sirve y te divierte. Pero no dejes de trabajar. Si no lo haces ahí si que tu cabeza y tus cosas se te van a ir al demonio”.
Puffff que lió…el tipo me estaba dando desde otra rama de la ciencia, la sicología una recomendación algo diferente a la del médico. Por último, fui a ver al amigo asesor de negocios. Le conté sobre mi situación profesional, la financiera y sobre mis deudas y como eso podía comprometer mi futuro. Me miró de frente y no hesitó en hablarme duro.
“Mirá hermano…la cosa es simple. Si no parás te podes infartar y si parás te fundís y tenes que terminar hipotecando tu casa en un año o menos.” Mi cara no salía de la perplejidad y del susto. Y prosiguió:
“Acá viejo es plata o mierda”. “No tenes opción”. Bajá las idas a la heladera y si querés aflojale a laburar hasta los fines de semana pero la guita la tenes que traer de algún lado porque si no te vas a la B y es preferible el riesgo del infarto que la certeza de encajarte un chumbo en la cabeza porque dejaste en pelotas a tu familia” “Yo que vos paro unos días y no mucho pa recuperar un poco y recargo pilas para encarar. Eso sí mi viejoooo…con optimismo, nada de bajones. A salir a flote. Larga las milangas y el pan….ponete en línea pero no dejes de laburar. Te conozco desde gurí y siempre fuiste un luchador. Ahora no podes aflojar”.
Los 3 asesores de vida me habían generado una ensalada rusa en mi cabeza y eso agigantaba mi problema aún más. Pero tuvieron la virtud de abrirme un abanico de opciones que me servirían a la hora de decidir ¿Qué hago con mi vida luego del colapso? Y decidí hacer una síntesis de lo mejor de los 3. O por lo menos de lo que yo consideraba que era lo mejor de los 3 planteos. Y no me podía enojar con ninguno. No le podía pedir al médico que me hiciera su recomendación analizando mis estados contables. Él me iba a hablar de salud y punto. Tampoco se lo podía pedir al sicólogo y menos aún que el sicólogo evaluara el ritmo cardiaco o los vaivenes de la presión arterial. Para él lo que importaba era como mi comportamiento iba a condicionar mi salud emocional futura. Y al asesor de negocios no le iba a mostrar mi electrocardiograma ni mis valores de laboratorio porque no entendía un pomo de medicina.
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