Lisa Block de Behar,
docente e investigadora académica.
"Un intelectual, para mí, es
esto: alguien fiel a un conjunto político y social, pero que no deja de
cuestionarlo". La definición pertenece a Jean Paul Sartre, el escritor y
filósofo francés que encarnó en el siglo XX a la figura del intelectual.
Tradicionalmente, el campo de las letras solía proveer a estas personalidades
de referencia, los modernos oráculos cuya palabra era escuchada con reverencia.
Sin embargo, el concepto se fue ensanchando en esta modernidad tardía y los
intelectuales de hoy provienen de las más diversas áreas del conocimiento
humano, aunque ya no tienen el peso que tuvieron otrora.Los medios han sido el hábitat
natural de las figuras de referencia intelectual, sin embargo es cada vez más
habitual la consulta al "experto" que a aquel referente que ha hecho
un acopio enorme de conocimiento y sabiduría. De hecho, la propia palabra
"intelectual" aparece bastante devaluada y más de uno ha rehuído a
tal calificativo con apresuramiento.¿Quiénes son hoy los intelectuales en
Uruguay? La pregunta fue formulada a un grupo de referentes provenientes de
distintas disciplinas: las letras, las ciencias sociales, la historia, las
ciencias duras, las artes plásticas, las artes escénicas, la lingüística, la
psicología, entre otras.Una lista tentativa y espontánea
abarcó a más de medio centenar de nombres de la más variada extracción. Nombres
como el antropólogo Daniel Vidart, el historiador Gerardo Caetano, la lingüista
Alma Bolón, el sociólogo Felipe Arocena, el filósofo y comunicador Facundo
Ponce de León, el filósofo Sandino Núñez, o el músico Fernando Cabrera podrían
dar solo una idea de lo extenso y variado de la hipotética lista.Muchos de los consultados coinciden
en que las redes sociales terminaron por "barrer" con las figuras
referenciales. Algo que ya había advertido otro de los intelectuales más
representativos, el escritor y semiólogo Umberto Eco.-"Las redes sociales le dan el
derecho de hablar a legiones de idiotas que antes hablaban sólo en el bar
después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Entonces eran rápidamente
silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un Premio Nobel.
Es la invasión de los imbéciles", señalaba Eco.E pur si muove.
Los intelectuales siguen existiendo, aunque tal vez en una suerte de
segunda existencia, agazapados ya en las letras, ya en el nicho del experto,
dentro y fuera de la academia.Es probable que hoy resulten menos
nítidas estas figuras, en contraste con la pléyade de nombres que surgen al
recordar la fecunda década de 1960. Y, sobre todo, uno de los mayores bastiones
del pensamiento como lo fue el legendario semanario Marcha.
Donde tal vez se constate más ese
supuesto vacío es en la falta de trabajos que recuerden el valor de algunas de
aquellas figuras. En tal sentido surge el solitario ejemplo de estos últimos
años de la original biografía de Carlos Real de Azúa, del escritor y periodista
Valentín Trujillo.
Valentín Trujillo es autor de la
biografía intelectual de Real de Azúa."El libro de Real de Azúa es una
rareza, por lo menos en dos sentidos. Primero porque hay pocas biografías
abordadas de esta manera y segundo porque la gente de mi generación no le da
pelota a la historia", reconoce el propio Trujillo.La historia de la gestación del libro
es, de hecho, bastante ilustrativa del peso que han tenido en nuestro medio los
referentes intelectuales. Trujillo recuerda que en 2014 se cumplían los 50 años
de una obra señera del pensamiento crítico como lo fue El impulso y su freno."A pesar de las terribles
críticas que le hacía Real de Azúa al modelo batllista, me hizo preguntar: che,
¿será que en el 2064 seguiremos así?", recuerda el autor.Y esa pregunta fue, de algún modo, el
disparador del libro que actualmente va por su segunda edición, lo cual es de
por sí una rareza en el panorama editorial local. Ello tal vez revele una
necesidad insatisfecha del público lector por conocer a los referentes del
pasado reciente."En la propia opinión pública,
la suma de distintas ignorancias hace que nadie sepa cuáles son los
intelectuales. Y hubo un proceso de atomización que tiene que ver con Internet,
donde los lugares de referencia quedaron por el camino", reflexiona
Trujillo.Al igual que con Real de Azúa, son
escasas o directamente inexistentes las biografías que indaguen en la vida y
obra de las principales figuras uruguayas. Desde José Enrique Rodó, a Alberto
Methol Ferré, pasando por Ángel Rama, Emir Rodríguez Monegal, e incluso
personalidades más recientes y no tan evidentes como el notable crítico de cine
Homero Alsina Thevenet, cuya obra es de referencia en el mundo de habla
hispana.Pero en tanto eso ocurre a nivel
académico —suponiendo que la academia sea el lugar desde el que tiene que
partir esa operación de rescate—, en la opinión pública las ausencias parecen
aún mayores.Una pérdida de peso relativo que se
fue consumando en los medios de manera, tal vez, inadvertida."El proceso de descaecimiento
fue progresivo. En el pasado, las páginas, austeras solían publicar las
complejidades de un conocimiento que, disciplinario o no, se formulaba a partir
de las estudiosas responsabilidades de quien las suscribía", señala la
docente, investigadora y lingüista Lisa Block de Behar.
"Cuando alguien cita a una frase
porque la leyó en internet y falta el nombre del autor, eso desautoriza
cualquier pronunciamiento" — Lisa Block de Behar
"Más tarde desde algunos
programas de radio y luego, a partir del deslizamiento —un desliz, tal vez— de
los reconocidos pundits (expertos), a las
vistosas pantallas, se propició la recurrencia a figuras que, amparadas en un
"prestigio" —una palabra demasiado ambigua— adquirido más por
figuración que por las desinteresadas sumas del saber, se pronunciaban sin
demasiado rigor confundiendo las funciones de analizar o esclarecer con las
funciones espectaculares de una actuación teatral", agrega Block de Behar.La docente reconoce, asimismo, que
las redes sociales han jugado su papel en la pérdida de referentes. Y alude a
un fenómeno cada vez más común, como el que refiere a cuando una persona cita
una frase y se le pregunta de dónde la sacó, es habitual que diga que lo leyó
en Internet."No tiene nombre. Si falta el
nombre del autor, esa falta de autoridad que usted insinúa, desautoriza
cualquier pronunciamiento. Cuando la tribuna ya no se eleva sobre el público ni
concentra la pantalla iluminada las miradas, ni se lee la mención de quien
escribe, el discurso se difunde en todas direcciones, se difunde y, difuso,
impreciso, se pierde en rumores, como se pierde la atención por ruidos que
aturden", observa.
Figura en extinción
"El intelectual humanista,
comprometido y crítico al estilo Sartre ha desaparecido de escena pública en
todo el mundo. Quedan muy pocos", asegura por su parte el psicólogo Juan
Fernández Romar, director del Instituto de Psicología Social de Udelar.Juan Fernández Romar,
advierte la falta de referentes de peso.Fernández Romar cita algunos nombres
de gran peso internacional como Byung-Chul Han, Slavoj Zizek o Peter
Sloterdijk, pensadores de primera línea que sin embargo tienen un discurso más
dirigido a un público académico que a uno masivo o incluso político."No hay ya figuras de referencia
de la estatura de un Sartre o un Foucault que conciten un interés y un respeto
similar. En Uruguay ocurre lo mismo. Rara vez se recurre a la opinión de
intelectuales que estén por fuera de la militancia orgánica de los partidos
políticos y menos aún se acepta un análisis crítico del orden establecido, sus
instituciones, valores y creencias por fuera de la agenda impuesta desde el
sistema político", reflexiona.En cambio, sostiene Fernández Romar,
es cada vez más común en los medios la figura del "experto", alguien
"capaz de pronunciarse técnicamente sobre cuestiones puntuales: ¿debemos o
no aumentar el gasto público; firmar un TLC; ocuparnos de otro modo de la
progenie y así sucesivamente?".La docente, comunicadora y crítica de
arte Emma Sanguinetti coincide en este diagnóstico. "Lo que llamaríamos
intelectualidad, o lo que se llamó en el siglo XIX en parte del siglo XX, todo
ese mundo del pensamiento, yo creo que es un concepto que hoy ya no
funciona", señala.
"Si le decís a Arturo Pérez
Reverte que es un intelectual, te manda a pasear" — Emma Sanguinetti"Aquella figura, que ya es
decimonónica porque la nueva sociedad arrasó con eso, ese concepto de persona
que pensaba globalmente en la sociedad, interactuaba con conocimientos de
distintos ámbitos que iban desde lo estrictamente cultural, como desde la
filosofía y de la literatura, hoy ya creo yo que no existe", amplía
Sanguinetti.Y, también en coincidencia con la
mayoría de los consultados, atribuye a las redes sociales un peso decisivo en
el fenómeno. "Hay como una linealidad del pensamiento que ha sido arrasada
por las redes sociales. Las redes sociales han cambiado toda la sociedad, la
interacción, incluida la interacción del pensamiento, completamente",
dice."Hay sí referentes, (Arturo)
Pérez Reverte habla sobre la lengua española y todo el mundo lo escucha y está
bueno porque dice cosas inteligentes, ahora de ahí, le decís a Pérez Reverte
que es un intelectual y te manda a paseo", ejemplifica.Por su parte, el artista plástico
Óscar Larroca, lee también los signos propios de la época en la disolución de
la figura pública del intelectual. "En un mundo en el cual los límites
entre las cosas se han borroneado —entre la ley y la norma, entre la realidad y
la ficción, entre lo "restringido" y lo "totalizante",
etcétera— el intelectual es visto como una figura anacrónica, inoportuna",
opina Larroca.Oscar Larroca,
artista plástico, la mirada desde las artes.El artista echa en falta la voz de
algunas figuras que fueron referentes natos en el pasado reciente y hoy ya no
están.Yo fui un testigo privilegiado
al poder escuchar las filosas reflexiones de Manuel Espínola Gómez, Jorge
Abbondanza, Homero Alsina Thevenet, Manuel Martínez Carril, Coriún Aharonián y
otros pensadores, en distintos ámbitos (cafés, conferencias, etcétera). Guardo
mucho respeto y agradecimiento por aquellos que, con sus juicios, forjaron mi
capacidad de análisis", recuerda Larroca.Larroca cree, por otra parte, que la
escasa presencia en los medios de referentes intelectuales también tiene que
ver con la menor preparación de los periodistas que actúan en ellos."En los informativos de la
televisión, actualmente, hay periodistas con escasa formación profesional en
cine que apenas leen los press-books; el
material publicitario que entregan las empresas para dar a conocer sus
estrenos", ejemplifica.Para la actriz, dramaturga y
directora Marianella Morena el intelectual clásico e incluso la tertulia de
intelectuales le trae a cuento un insoportable olor a naftalina. "Me
aburre mucho ver las tertulias que se parecen más a polémica en el bar donde un
grupo de varones mayores, se dedican a señalar los errores ajenos. Esa es la
vieja escuela", dice Morena.Desde su punto de vista, lo que hoy
ocurre obedece más a una suerte de "pulseada" entre el viejo y el
nuevo intelectual, donde el primero es netamente cerebral y, de algún modo,
está menos asentado en el mundo que el nuevo. "Considero que esta pulseada
entre el viejo intelectual y el nuevo, tiene que ver con: pensar desde la
cabeza, y pensar desde el cuerpo", explica Morena."El que piensa solamente desde la
cabeza, se vuelve autoritario, arrogante y vanidoso, porque la cabeza te
permite ir a cualquier lado sin equipaje, y el cuerpo te ubica velozmente en
los límites. El cuerpo está repleto de fracasos, y se necesitan el vuelo y la
tierra para enamorarse", apunta Morena.La dramaturga, en cambio, relativiza
la responsabilidad de los medios en la difusión de referentes. "Los medios
no son verdugos, aunque a veces son los victimarios que se fagocitan a sí
mismos. Pero la agresividad también es una reacción natural frente a las
presiones. Hay que reciclar las formas de procesar contenido, y entender que la
vida se manifiesta múltiple y cercana, aunque esté en la otra punta del
planeta, pero desde muchos frentes, desde muchos lenguajes, desde muchos
idiomas y talentos", apunta.
Relación con el poder
La biografía intelectual de Carlos
Real de Azúa, escrita por Valentín Trujillo, permite apreciar también la
relación dispar que estas figuras han mantenido con los estamentos del poder en
su época.Una relación por lo menos
conflictiva, como puede demostrar la que tuvo el propio Jean Paul Sartre con
los comunistas en su momento."Como ha señalado el filósofo
iraní Ramin Jahanbegloo los intelectuales tienden a moverse en el siglo XXI
entre la indiferencia frente a lo político y el temor a perder sus últimos
privilegios y se han desafiliado progresivamente de la política generando un
declive de lo intelectual", apunta Fernández Romar en relación con este
aspecto del tema.Mentes capaces de elaborar un pensamiento
crítico; inteligencias capaces de trascender su propia esfera de saberes y
destrezas; voces autorizadas por el genuino ejercicio de su intelecto; maestros
capaces de aportar algo nuevo al conocimiento y la experiencia humana. Estas
son las figuras intelectuales que, y esto sí parece seguro, ya no provienen
únicamente del campo de las letras como era usual sobre todo en la segunda
mitad del siglo XX. Están por allí y en momentos de confusión o incertidumbre
convendría detenerse un momento y escucharlos.
El último reducto que los reunió: el
semanario "Marcha".
El semanario Marcha fue el mayor bastión intelectual del
Uruguay moderno y referencia ineludible en las letras hispanas. En su época de
oro y hasta sus últimos días fue dirigido por Carlos Quijano, tuvo a Juan
Carlos Onetti como secretario de redacción. La lista de colaboradores incluía
nombres de la talla de Julio Castro, Sarandy Cabrera, Arturo Ardao, Alfredo
Mario Ferreiro, Hugo Alfaro, Homero Alsina Thevenet, Carlos Martínez Moreno,
Manuel Flores Mora, Carlos Real de Azúa, Mario Benedetti, Pablo Mañé Garzón,
Álvaro Castillo, Eduardo Galeano, Adolfo Gilly, Ángel Rama, Alfredo Zitarrosa,
Rubén Enrique Romano, María Esther Gilio, Gerardo Fernández, Salvador Puig y
Guillermo Chifflet. El semanario fue clausurado cuando premió y publicó el
cuento El guardaespaldas, de Nelson Marra, por el que quienes
actuaron de jurados, Onetti y Mercedes Ramírez, terminaron presos. En noviembre
de 1973 fue definitivamente cerrado por la dictadura. El hijo de Quijano, Juan
Manuel Quijano, intentó revivirlo entre 1985 y 2001, cuando dejó de salir en
forma definitiva.
Desde la antigüedad hasta hoy
La presencia pública de los
pensadores, lejos de ser una novedad, tiene una larga tradición. Así lo
recuerda Lisa Block de Behar. "Si uno se remite a los fundamentos
ancestrales de la filosofía, a los públicos pronunciamientos de Sócrates, a los
diálogos en las plazas o a la condición ambulante, peripatética, de
Aristóteles, que enseñaba paseando, no debería extrañar demasiado esa
exhibición de quienes imparten la filosofía desde un espacio escénico. Si damos
crédito a las versiones conversadas que perpetúa Platón, por ejemplo, en ese
pasado remoto, el discurso discurría, presumiblemente, en forma de diálogo.
Pero la interpelación, la pregunta, el comentario eran posibles aunque esa
interlocución no fuera más que variaciones de asentimientos, anuencias, mera
confirmación de la sabiduría del maestro", apunta la docente. También
señala que el "vedetismo intelectual" no parece haber encontrado un
terreno propicio para su afán exhibicionista en las redes, donde gana terreno
muchas veces el humor ramplón.
Rafael Radi: "Un abordaje
liviano de los grandes problemas"
Rafael Radi, un
científico comprometido con el pensamiento.Rafael Radi es doctor en Ciencias
Biológicas, especializado en bioquímica y uno de los dos miembros uruguayos de
la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Más allá de su
especialización científica, su pensamiento ha quedado de manifiesto en la
difusión de su trabajo. Radi percibe un cambio de paradigmas en la sociedad
moderna que terminó por invisibilizar a las figuras intelectuales en favor, por
ejemplo, de deportistas y figuras del espectáculo. "Se nota
permanentemente en la mayoría de los mensajes y discursos que llegan a la
opinión pública un abordaje liviano y estereotipado de grandes problemas que
requieren otro nivel de análisis y profundidad para su entendimiento y
resolución", expresa Radi. Cuando se le pregunta dónde, a su juicio, se
hallan los referentes hoy no duda en ubicarlos en la academia. Y a modo de
ejemplo nombra a dos: el historiador Gerardo Caetano y el físico Rodolfo
Gambini, que presidió la Academia Nacional de Ciencias. También mencionó a
Pablo Casacuberta. "Las tres personas nombradas son solo ejemplos, de los
que el Uruguay se debe sentir orgulloso", señala.