Cuando los Truenos....¡sólo quedan en sollozos!
Miguel Hernández con su uniforme republicano en la Guerra Civil española.
Epitafio Desmesurado para un Poeta...y para un Político.
Por 1935-36 el egregio poeta de Orihuela, Miguel Hernández (1910-1942), dedicó al más romántico de los líricos uruguayos, Julio Herrera y Reissig, nacido en 1875, el “Año Terrible” del Uruguay, y fallecido el mismo año del nacimiento del español, un poema de confesas empatías titulado “Epitafio desmesurado a un poeta”.Se ha dicho que en nuestro idioma, nadie ha hecho una elegía tan sublime a un colega como es la de Miguel a Julio, dandy y morfinómano de la montevideana“Torre de los Panoramas”.Quizás, supongo yo, Ruben Darío a Walt Whitman o a Paul Verlaine en su “Responso” al que consideró ”padre y maestro mágico/ liróforo celeste / que a la siringa agreste /y al instrumento olímpico /diste tu acento encantador"...podría acercarse y compararse en literaturalidad. Sólo lo supongo.
Miguel fue niño campesino, pastor de ovejas, autodidacta y luego comprometido vate y combatiente en la Guerra Civil de su país en filas republicanas. Murió finalizada la monstruosa contienda fraticida en 1942, tras los padecimientos sufridos en la cárcel de Alicante, a los 31 años de edad, fatalidad que frenó un proyecto lírico hasta entonces ya consumado en las máximas alturas del Parnaso. Recientemente del poema “Epitafio desmesurado de un poeta” se extrajeron célebres versos, para desblindar de habituales espaldarazos mediáticos y de mayúsculas adhesiones la figura de candidatos políticos criollos, ex gobernantes de gestiones hiper pálidas, y situarlos en mayores ajustes a la realidd que se ve y no la que se recita.
-“Quiso ser trueno y se quedó en sollozo”, fue la impactante imagen seleccionada para sustentar el “yo acuso”, con claras reminiscencias zolianas.
La fuerza del verso disparador, creo, merece también evocarla dentro de su estructura global, pese a que de por sí, ya es un poema total. Leámoslo: EPITAFIO DESMESURADO A UN POETA. Nata del polvo y su gente y nata del cementerio, verdaderamente serio yace, verdaderamente. No sé si en su hirviente frente, manicomio y calabozo, aún resplandece algún trozo del relámpago bermejo que enloqueció en su entrecejo. Quiso ser trueno y se quedó en sollozo. Fue una rueda solitaria hecha con radios de amor, y a la luna y al dolordaba una vuelta diaria. Un águila sanguinariale picó cada sentido, que aventado y esparcido de un avaricioso modo llevaba del cuerpo a todo. Quiso ser trueno y se quedó en gemido. Trueno de su sepultura sea, y del polvo y del cieno, éste que tuvo de truenos sangre, pasión y locura. La espuma de su figura, hasta perder el aliento, hizo disparos de viento con sangre de cuando en cuando. ¿Sigue su polvo sonando? Quiso ser trueno y se quedó en lamento. |
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