martes, 25 de mayo de 2021

-Abuelo Migrante-

Catarsis de mi historia genealógica iniciada desde lo paternal por los Pirineos Atlánticos de los vascos. Desde lo maternal en la Tierra gallega de Soneira, Costa da Morte de Galicia, España. Las aventuras de mi abuelo -que migró hacia el Uruguay- con dulce y melancólica ternura siempre las evoco.No lo conoci. Murió en 1919 cuando la pandemia de la mal denominada "gripe española" .Mi madre tenia entonces apenas nueve años, quedando huerfanita junto a sus once hermanos más.O diez, pues al dìa siguiente del fallecimiento del abuelo, falleciò uno de sus hijos por la misma peste, el tío Jesús de 18 años. ¡Qué heroica mi abuela Cesárea! Los crió a todos!

La casa de mi bisabuela Jacoba Bermúdez de Santos, en Xaviña, cerca de Camariñas,Tierra de Soneira y Costa da Morte, Galicia.Construida a finales del siglo XII, en el medioevo español.

¡Abuelo! Manuel Santos del gallego Finisterre de los celtas

hijo de un compulsivo desarraigo migrante en el testeo,

dejaste la bella ría de Camariñas, aguas y riberas esbeltas

con tu barco saturado, anclando largas fatigas en Montevideo.


Trasplantaste fértiles semillas de amor con Cesárea cuasi niña

-una yema de una docena, mi madre, inolvidable Luisa Juanita-

y en tu alma viril sobrevolando de Xaviña muy penosa la morriña

dolor sin tajos al corazón, invisibles heridas de la saudade bendita.


Migrantes universales, heroicidad ausente de las gaitas y cantares

llantos sordos que no estremecen a opacas e insensibles audiencias

mientras el tiempo idóneo sublimará entre rientes cantigas los pesares

herencia para nietos creciendo niñez hacia dos Patrias conciencias


Laudo inocente de un destino épico de pretendidas condenas penitentes

triunfo del coraje ante salutífero caudal de peripecias en añoso ostracismo

de un alma galaica de enjundia resiliente en el adviento de días valientes,

patriarca de asumidos lares con el elam vital de un protector asimilismo.


Añoro, uruguayo, nirvanizar encantos atlánticos del alma gallega

presencia genuflexa en el altar medioeval de Santa María de Xaviña

perfumes de aromas del bosque florido, pinos y el trigo en la fanega,

catar las tintas uvas sangrantes de pasión resurrecta, nazarena la viña.


Sentir la dulce sonoridad de Rosalía que leí en ocres cartas del abuelo

y desde la cima marina admirar el tan refulgente Faro del Cabo Vilán

y en la sima realismo mágico con niños pasos fósiles, señales en el suelo,

mas abrazos con José Santos Ramos, por fin encontrado pariente xaviñán.


Adiós antiguos desdenes de oprobios que condujeron a exilios infieles

si después de tantos insalvables y crujientes percances de célticas odiseas

compensatorias serán las glorias nutricias en la apoteosis de las mieles,

jotas de rítmicos bailarines que represarán con alegrías pérfidas mareas.


El abuelo español que nunca lo vi, estuvo conmigo.

Yo, finalmente, lo pude abrazar…

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