jueves, 17 de noviembre de 2011

El Señor de los Infelices


Dibujos:Luis"Pori" Ferrer.
 Aquella tierra estaba situada mucho más allá de las Colum-nas de Hércu-les en brusco giro a babor, tan brusco como extenso resultaba navegar hacia los confines que en diagonal marina llevarían al ignoto Meridión.
Quizás por ello concedieron los dioses la merced de recrearles a los mortales un propio destino sin mayores exigencias celestiales.
El perenne águila que castigó la soberbia digna del valiente Prometeo guardó recato en la torre olímpica y carcelar de las rebeldías. Los Inmortales prepararon donosos el escenario para extraerlo del Caos original.
En costas de médanos áureos Afrodita volvió en la espuma salitral de Poseidón, mientras Deméter recorría solitaria el lujurioso llano de praderas vírgenes. Apolo cabalgaba feliz con su cítara y carcaj sobre Pegaso, pacificando cimarrones, con la intención de domesticarlos en algún segundo nacimiento.
Tras la Obra, descansaron fatigas en el fragante jardín austral. El ubérrimo estuario atlántico de aquel río como mar, aliento fresco y puro, fue la senda de apertura virtual hacia escenarios que serían, cuando no sublimes, dramáticos.
Dionisos en tan magna excursión se extasiaba espirituosamente con las bellezas de este Eliseo sureño que elevaba el diagrama perfecto de una sinfonía de coronación por el cauce infinito de los soles y de las lunas.
Orfeo dirigía al son de siringas agrestes, sistros, tambores, arpas y flautas libidinosas que Eros, vital, aplaudía.
Tanatos, fúnebre, despreciaba.
El belicismo de Ares –que aparentemente había enfundado la espada- parecería haber quedado silente de pulsiones frente al encanto enternecedor del pacifismo bucólico que animaba el paisaje terrenal, ahíto de caracoles y pájaros pintados. Discordia en actitud análoga a la de Ares se mostraba parsimoniosa .Y ocultaba su capciosa manzana.
Los ojos de Atenea, en tanto, no repararon en la blonda pareja, licencia que eliminó la desconfianza de la duda. El descuido incitaría trágicos estallidos de sangre caliente dividiendo hermandades: godos y tupamaros; federales y unitarios; blancos y colorados; constitucionalistas y dictadores.
Sin embargo al momento todo quedó bendecido. Desde la cajita de las sorpresas de Pandora fugó también -al aire libre y entre íconos malditos- la ¡Esperanza! …que muy discreta y serena cantó su danza de otoño.
La ecuación de la áurea medianía señoreaba real e hipnótica entre las diversas comunidades raciales de la verdosa penillanura al oriente del rumoroso Uruguay.
No se percibían brumas en el horizonte visible. Aunque a veces el pathos personal animaba al descontrol del negro y brioso bagual dionisíaco, contenido a duras penas por el blanco corcel de la razón apolínea. Las Musas fecundaron anhelos y el gineceo del taller criollo promovía beldades cual estandartes brillantinos.
¿Qué paso que de pronto retornó la cólera de Aquiles con sus funestos males y el Hades fue visión necrológica de vivos y de muertos? Duelen aún las consecuencias. Discordia impuso sus calamidades dejando el antro. Ares, ensañamientos. Eros perdió vigor y puntería en los disparos de sus habituales y exactas flechas amorosas. Tanatos estimulaba favorita morbilidad entre seres y cosas. Se debilitaban las cuerdas del laúd privadas de los ángeles pulsores. Terpsícore danzaba triste a la funerala y Melpómene escribía tragedias sin epílogos. Se distanciaba Mnemosine. Sin memoria no hay inteligencia que el sueño de la razón produce monstruos. La extraña adicción quebró las mentes.
Fue cuando Cronos marcaba su almanaque fatídico en 1810, mientras Discordia y Ares en intrusión furtiva tosían sobre la sudestada los maléficos efluvios de iras huracanadas .Hera, subrepticiamente apenas pudo controlar para menguarlo el sortilegio del mal previsto. El conato se disparaba inmolador sobre la tierra americana .En Méjico fusilaron a Miguel Hidalgo y a Morelos tras el Grito de Dolores cuando el dúo mártir conducía la sublevación campesina. La lucha dejaba al porvenir una expectativa inconclusa, roja por la inmisericordia coactiva . No importaron dispensas sacramentales del ministerio pastoral cuando el asesinato. Resultado similar, en la Venezuela ardiente de Simón, el panorama regresivo. ¿ Pecado frente a la osadía de la pretensión de desplazar a la teocracia secular instalada desde España con el castigo extremo del terremoto caraqueño del 19 de abril , saldo de cadáveres, tributo de un impredecible y misterioso costo ritual?
Buenos Aires también se alzaba con aspirantías de estrategias montadas en la Junta maya. Los orientales del otro lado del platense río, adhirieron. Se escuchó en toda la campaña de la Banda el Grito de Asencio, morocho en el caluroso febrero popular del año 11, responso de admirable alarma que excitaba de enojos los gauchos corajes estremecidos.
Pepe, un cuasi cincuentón lideraba el levantamiento mestizo, también multiclasista. Joven, apenas salido de la niñez de la escuela franciscana del amar a todos, alcurnia de fundacional familia patricia montevideana, encontró en la campaña el paisaje de sus potenciadas energías, excitadas y sublimadas de ardores adolescentes. Lidiando con reses filosamente cornúpetas, enjarreteadas en rinconadas formadas por dos cauces; contrabandeando cueros con destino final para las correas fabriles de Manchester y Londres en la eclosión tecnológica de la revolución maquinista, fabril y europea. Las lonjas de aquella tierra purpúrea del inglés Hudson eran las mejores para resistir las tensiones desgastantes de las poleas infatigables del carbón y sus hirvientes calderas a full time.
Vivía el audaz muchacho en tolderías entre indiadas de atractivas hijas y mancebas de la tierra, gauderios, chinas y quitanderas, negros escapados de los quilombos esclavistas del Brasil, cercano y bandeirante.
-Tengo que arreglar con ese bandido del Chatre más envíos de cueros, se dirigió a su hermano el Cucho.
-Pepe ¿los conseguiremos de la rinconada del Tacuarembó o de la vaquería de Valizas?
-Veremos hermanito, pero cumpliremos con lo acordado.
Ese singular baqueano conocimiento del centauro y la necesidad de su liderazgo por esas tierras de hostiles y ricas infinitudes, preocupaba a los temblorosos gobernantes de Montevideo, acosada por las nuevas ideologías de insinuaciones liberales. La táctica fue volverlo a rodeo realengo, que hispánico era desde luenga genealogía aragonesa.
Pepe se hizo Blandengue del Rey.
Y salió a combatir a los que hasta ayer habían sido sus aliados en episodios viriles como asaz peligrosos. Grande fue la satisfacción del viejo Jefe del Apostadero Naval de la ciudad amurallada de San Felipe y Santiago por la redirección de aquel hombre siempre de a caballo:
-Y en diciendo Artigas todos tiemblan. Ahí anda, rodeado de mozos alucinados…
Se fue consustanciando con otros planes non sanctus en la ajena perspectiva realista. La fatiga había llegado al régimen colonial. Es que el criollo, guapo y recio, tomaría como suyos los padecimientos de los desamparados en esa tierra de su nacencia, amores y cuitas.
Ares se regocijaba. Discordia celebraba y la maldición de la guerra estampaba sus apetitos y fruiciones en acertijos lacrimógenos, muy predecibles en apuesta de pesimista índice.
Quería Artigas un pago autónomo dentro de la unión del viejo diseño virreinal sin amos peninsulares.
Las rispideces y circunstancias del drama bélico lo obligaban a enfrentar tanto a los bonaerenses de su primera hora de adhesión juntista como a los españoles de la sangre familiar. La guerra es locura irracional con reglas muy propias que abjuran de la civilidad. Como que un genio maligno presidiera facetas de punzantes injurias inclementes en aquelarres de demoníacas aventuras y desventuras de dolientes privaciones.
Se le ordenó abandonar el sitio de Montevideo. Estaba al caer la ciudadela. Todavía, fiel a su obediencia castrense y porteña de Santa María de la Trinidad de los Buenos Aires, dio la espalda a las murallas del natalicio con su milicia rumbo a Yapeyú. Noroeste. Litoral. Se había firmado un armisticio que levantaba el asedio. Ya no cantaría Victoria la Cantora al pie de extramuros los cielitos de Bartolomé Hidalgo burlándose en alegatos de ironías musicales de los encerrados chapetones resucitados.
La gente nativa quedó enseguida expuesta a las represalias de las infamias que acompañan todo afán de venganza. La tregua favorecía, y fueron los orientales a buscar en los fuegos del vivac del paupérrimo ejército un amparo providencial en medio de esa soledad de menguadas esperanzas. Pepe dio tajante orden a su Comandante Mariano Vega para que ningún civil lo siguiese. No obstante, la creciente movilización espontánea aumentaba, hora a hora. la medrosa marcha de los encorvados penitentes. Se incendiaban los ranchos rescatando del infierno ígneo los mínimos enseres, mundo de faltantes de cosas, de elementales desnudeces.
Desde el campo volante de Cololó sobre el río Negro en los campos de Soriano fue más contundente:
-Don Mariano. Oblíguelos a que se queden. Retrasan mis marchas ¡No podré protegerlos!
No hay caso. Aquello sí que era una Redota, valga la propia expresión de los pobres desorientados. Violaciones de niñas en los parajes montaraces; ataques rapiñeros de indios hostiles; partidas portuguesas cazando esclavos, acólitos de Caín portando ya no una, sino una doble marca de vilezas con fiebres satánicas.
Y de repente el momento más sublime en la historia de Pepe. Comprometedor y magno. Manda un chasque a su Comandante de la retaguardia que aleteó su cabalgadura al galope del espíritu del arcángel Gabriel y de San Jorge:
-Mariano…Mariano… ¿si no se convencen?.... ¡déjenlos nomás! ¡Qué vengan!! De alguna manera nos arreglaremos…¡ con este pueblo de héroes!
Transmutación sacra y mágica. No era el Jefe sólo un mínimo militar más. Había nacido el Protector, paternalista en el zafarrancho desintegrador de esos días funerales. Nacencia directriz desde las experiencias del dolor, las más cohesionantes para determinar la génesis nutricia y fermental de una conciencia nacionalista colectiva y eyectada. Paría un pueblo superando gelatinosa pre formación de Asencio en adelante, ahora con el bautismo de una sádica gloria.
Los orientales contaban con el Señor de los Infelices. ¡Bienaventuranzas!...pese al trágico sino.
Sueños al alcance de sus manos. Rumbo al Ayuí de las incertidumbres…que el que las tiene es libre. Se dota de la capacidad de elegir.
-Mariano…Mariano!.... ¡déjelos nomás! ¡Qué vengan!!


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